Paysandú, Lunes 20 de Julio de 2009
Opinion | 17 Jul Si de algo pecamos los uruguayos, en forma recurrente, es de la falta de prevención en prácticamente todas las áreas, y a la vez, de sobredimensionar situaciones, acordándonos de Santa Bárbara cuando truena y sin tener en cuenta que es lo que realmente hemos hecho por evitar este desenlace.
Es cierto, es un problema de idiosincrasia del ciudadano común, a veces del ordenamiento institucional y también de un exceso de burocracia, en tanto suele responder asimismo a la omisión de organismos que deberían ocuparse en otra forma de lo que ocurre en sus respectivas áreas. Además, estamos inmersos en un esquema en el que las responsabilidades y las culpas se diluyen, sin que en las sucesivas jerarquías se adopten acciones de fondo, para seguir “tirando” en la cómoda.
Actualmente la gripe A H1N1 se ha transformado en la “vedette”, por tratarse de una cepa nueva que ha desplazado a la gripe estacional, y a la vez tiene una característica de contagio fácil y ampliamente difundida, sobre todo en determinados grupos etarios, como niños y jóvenes, que tienen mayor actividad social y concurren a centros educativos en los que se forman grandes concentraciones.
Pero estar en el candelero no significa que sea realmente más grave que la propia gripe estacional o que tenga un efecto negativo mayor en casos de comorbilidad, salvo que en esta oportunidad, por tratarse de una patología nueva en su origen viral, ha ocupado amplios espacios en los medios de prensa y se ha realimentado la sicosis general.
Estamos por lo tanto ante una pandemia que tiene incidencia en el país, que requiere acciones preventivas del mismo tenor que otras afecciones comunes pero más graves, que sin embargo no han merecido la atención que deberían. Acaso lo realmente positivo sea que mientras nos cuidamos con alcohol en gel, tapabocas, limpieza asidua de manos y otras acciones preventivas, también estamos contribuyendo a cortar el ciclo de transmisión de otras enfermedades que son prevalentes en esta época del año, y que por lo tanto tienen menos posibilidades de difundirse. Pero por otro lado, es evidente que mientras la gripe porcina ocupa atención y esfuerzos, los uruguayos y los sanduceros en particular seguimos acumulando víctimas en áreas que son realmente críticas y en las que que hay muertes, lesiones permanentes y pérdidas materiales enormes, como es el tránsito. Y acá no estamos ante personas susceptibles o fatalidades crónicas de comorbilidad, sino que el 99 por ciento de los accidentes de tránsito tiene su origen en las imprudencias, el desconocimiento voluntario de elementales normas de tránsito, la desconsideración hacia el prójimo y también serias carencias en materia de control por los organismos competentes.
Este aspecto, conjugado con la idiosincrasia, significa que el infractor tiene altas posibilidades de salirse con la suya, no solo ante una infracción común de tránsito sin efectos colaterales, sino cuando muchas veces, amparado en la noche, o en la falta de testigos e indicios fehacientes, provoca accidentes con víctimas o daños materiales que quedan impunes y sin reparación.
En Paysandú, sin ir más lejos, las estadísticas indican que en el primer semestre del año hubo una siniestralidad que superó en un 35,4 por ciento la registrada el año anterior en el mismo período, y de estos accidentes, el 62 por ciento es protagonizado por motociclistas.
Por supuesto, debe tenerse presente que la gran mayoría de los vehículos que circulan por nuestras calles son motocicletas, a las que tienen acceso prácticamente todos los sectores de la población, para un centro urbano que no ha cambiado significativamente y calles que no han mejorado en su capacidad de absorción del tránsito, por lo que han aumentado los factores de riesgo.
Este incremento es agravado, empero, por la desaprensión en el manejo, actos de imprudencia crónicos, falta de respeto a las normas, y sobre todo, como ocurre los sábados de noche y en la madrugada, hay jóvenes que salen directamente en sus motos y también en autos a demostrar su “valentía” cual misil en las calles sanduceras, con picadas en pleno centro, haciendo gala de motos a las que han sacado la matrícula, por supuesto, el carenado y otros elementos para evitar ser identificados por los escasos y generalmente inexistentes inspectores de tránsito.
Esta “epidemia”, que es un verdadero azote en Paysandú, es sin embargo perfectamente prevenible, tan pronto se trabaje adecuadamente en acciones de prevención y controles, sobre todo para que el infractor consuetudinario realmente reciba el mensaje de que se terminó la franquicia y que deberá responder por sus actos, sin medias tintas y en defensa del ciudadano que es víctima de estos vándalos insconscientes a diario, sin nadie que lo proteja.
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