Paysandú, Lunes 20 de Julio de 2009
Opinion | 19 Jul Desde que se diera a conocer el primer caso de “gripe porcina” en México a mediados de 2008, la atención del mundo estuvo centrada en el avance de esta nueva cepa de influenza. Constantes informes de la Organización Mundial de la Salud pusieron en estado de alarma a todas las naciones del globo a medida que la epidemia se transformaba en pandemia, alcanzando en pocos meses hasta el más apartado rincón del planeta. Los titulares de los grandes diarios y cadenas televisivas internacionales se hicieron eco de cada deceso a causa de esta enfermedad, que pronto se denominó influenza A H1N1 en un intento de rescate de la producción de cerdos que, ante tanta publicidad negativa, se vio resentida. Por supuesto, si bien se trata de la mutación de una cepa que originalmente solo enfermaba a estos animales, el contagio no tiene relación con el consumo de carne, pero el daño ya estaba hecho y aún hoy mucha gente se rehúsa a consumir productos porcinos.La misma paranoia se extendió respecto a los efectos de esta gripe en el ser humano, que pronto se ganó la fama de pandemia asesina en el imaginario colectivo, alimentado por los constantes informes de personas fallecidas tras contraer la enfermedad, sin reflejar la dimensión real en relación a su tan subestimada pariente más cercana, la gripe común o “estacional”. Una vez instalada en la psicosis, de nada sirvió explicar que los efectos de la A H1N1 son incluso más leves que los que produce la gripe estacional y asimismo resulta menos letal en pacientes sin patologías previas. Uruguay no escapó a esta tendencia alarmista y, siguiendo directivas de la OMS, la población recurrió en masa a los tapabocas y el alcohol en gel para prevenir el contagio. Esta misma población es la que cada otoño el Ministerio de Salud Pública prácticamente tiene que ir a buscar a su casa para que se vacunen contra la gripe estacional, con resultados apenas satisfactorios, aun cuando todos los años la enfermedad se cobra entre 60 y 80 vidas en promedio.
Incluso en los accidentes de tránsito en Paysandú mueren más personas que todas las que hasta ahora han fallecido por gripe porcina en todo el Uruguay, y sin embargo la gran mayoría de los conductores de motos –que son los que llevan la peor parte en un siniestro-- reniegan de al menos usar casco protector. Entonces hay que dimensionar el problema y no sobreactuar en función de alarmas infundadas, así como tomar conciencia para el próximo año y vacunarse cuando las autoridades lo entiendan oportuno.
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