Paysandú, Jueves 23 de Julio de 2009
Deportes | 20 Jul Quiere aprovechar al máximo los días de licencia que le fueron concedidos tras una temporada extenuante. Y es lógico entender sus palabras, ese “terminé cansado”, si se tiene en cuenta que fue de los pocos futbolistas de Nacional que no tuvo descanso y que -de yapa-- recibió seguramente más patadas que los demás.
Nicolás Lodeiro, recién coronado campeón uruguayo con los tricolores, se encontró con un Paysandú distinto, que lo recibió de brazos abiertos más allá del color de la camiseta que defiende. Seguramente porque en pueblo chico todos se conocen. Y nadie puede dejar de reconocer el esfuerzo de un jugador que parece no tener techo.
“Si comparo cómo me fui aquella vez y cómo volví hoy, la diferencia es abismal. Me fui la primera vez con esta ilusión, poder venir a Paysandú y que la gente me conociera. Y cumplir mi sueño de ser campeón con Nacional. El mío y el de mi familia, porque son todos de Nacional. Pensar que lo veía desde acá, tan lejos, como que no se podía llegar nunca. Y volver así a Paysandú es un cambio grande”, reflexiona Nicolás.
El presente es conocido. El volante sanducero explotó con la selección Sub 20 en el Sudamericano y tras su retorno a Nacional se transformó en uno de los mejores valores que recorre las canchas del fútbol uruguayo.
Su talento, sus ganas, sus goles. Ese sentimiento especial que muestra por la camiseta tricolor, le dio como premio jugar una semifinal de la Libertadores y coronarse campeón uruguayo con un Estadio Centenario repleto coreando su nombre, algo que describe como inolvidable.
Así como el presente es conocido, el futuro es imaginable. Porque no hace falta ser demasiado despierto para darse cuenta de que Lodeiro podría no volver a vestir la blusa alba en la próxima temporada, ya que su destino está en el exterior. La clave está en su pasado, culpable de este tocar el cielo con las manos de un jugador que no se la cree, que vive agradecido a su familia y que no deja de dedicarle sus actuaciones a sus amigos, esos “vagos del Barrio Jardín” que reciben con emoción el afecto a la distancia, soltando incluso alguna lágrima, aunque tengan el corazón pintado de amarillo y negro.
Principio tienen las cosas
“Nico” se fue a los 12 años a vivir al Parque Central, en lo que no solo fue una apuesta inmensa en lo personal. También fue un desafío para la familia, para su madre Isabel y su padre Alfonso, a quienes la vida ligada al fútbol los hizo entender que este presente era el futuro del benjamín.
“Es cierto, el que entra a la cancha es uno, pero siempre está la familia. Es bravo porque me fui de chico, solo, pero el apoyo de mis padres siempre estuvo. También cuando me iba mal, porque no siempre me fue bien. Y en esos momentos duros ellos estuvieron siempre. Ahora me está yendo bien y ellos pueden ir a Montevideo mucho más seguido, disfrutar de lo mismo que disfruto yo. Ser campeón lo pude compartir con ellos y era lo que más quería, porque es una forma de agradecerles todo lo que hicieron por mí”, dice con voz baja el futbolista, mientras cruza las piernas y su madre le golpea un pie dulcemente, con lágrimas en los ojos que intenta disimular.
Isabel asegura que no reacciona. “Le decía a Lodeiro (Alfonso) que todavía no caigo. Que Nicolás esté jugando en Primera, que sea campeón uruguayo... esta era su ilusión desde chico. Me acuerdo cuando comíamos los domingos y dejábamos todo así nomás porque él tenía que jugar. ¡Venía a lavar la cocina de noche! Y yo lo llevaba a las prácticas, porque Lodeiro tenía un negocio. ¡Hay tantas cosas!”, dice con ojos brillosos. Pero se muestra orgullosa. No solo por el momento de Nicolás, sino porque todos sienten, en la intimidad, que la apuesta fue perfecta.
Aquel campamento para jugadores en Salto llevó a que Nacional se fijara en este sanducero desfachatado con la pelota en los pies y surgió la posibilidad de viajar a Montevideo para ser observado en las inferiores.
“Como padres sabíamos lo que él daba, que tenía ese don. Nunca le gustaba perder; ni a la bolita. Y siempre soñaba con Nacional. Aquel año fuimos y vinimos de Montevideo. Fue complicado, pero uno veía lo que él sentía. Y nosotros lo trajimos para el mundo, no para nosotros”, agrega. Nicolás vuelve a la charla y afirma que su ilusión era jugar en Nacional. Y ese sentimiento pudo más. “En el momento en que me fui no pensé en ellos, sino en lograr lo que soy y ganar las cosas que comencé a ganar. Cuando me pongo a pensar, veo que los que más sufrieron fueron ellos. No solo porque me fui, sino porque se les fue el hijo más chico. No debe haber sido fácil para ellos que con 12 años yo estuviera solo en Montevideo, con lo que eso significa para alguien del Interior. No tenía idea de nada. Es totalmente distinto, porque no podés salir a la calle, no tenés un campito donde jugar. Ese era su miedo, pero en ese momento no me importaba”. En esta charla casi informal que se entabló grabador mediante, Isabel le preguntó a su hijo: “¿te acordás cuando te sentamos y pusimos las cartas sobre la mesa? Te vas a ir a un lugar que no conocés, lo que te vas a perder, no tenés quién te ayude con el estudio.” E inmediatamente preguntó al periodista: ¿Sabés lo que nos dijo? Yo me quiero ir”.
“Esto recién arranca”
Nicolás, con una camiseta de Nacional en la mano, cuenta que no sintió miedos a la hora de tomar aquella decisión con 12 años. “Es que sabía que si me iba mal o fracasaba iba a ser una linda experiencia por el hecho de haber estado en Nacional. Si me iba mal volvía a casa para hacer la misma vida que tenía antes. Pero con solo ir estaba ganando una experiencia muy linda”. Hoy está a la vista que la apuesta tuvo buen resultado. Pero costó de ambos lados. Sobre todo por el de Isabel, una madre que vio cómo su hijo menor dejaba la casa para ir detrás de un sueño. Un sueño que se transformó en realidad, que deparó alegrías interminables y lágrimas de emoción que han dejado atrás a las que seguramente surgían en silencio, hace varios años.
Hoy puede decirse que parte del objetivo está cumplido. Pero Nicolás la tiene clara. Tanto, que si bien admite que “esto recién arranca”, tiene los pies tan suficientemente bien apoyados sobre la tierra como para afirmar que “lo bueno es vivir el presente y aprovechar este momento al que tanto me costó llegar. Quiero disfrutar lo que conseguí, más allá de que uno siempre imagina un pase, Europa o la selección mayor. Cosas con las que uno sueña desde chico. Pero primero hay que hacer las cosas bien. Así es que va a llegar el momento”. STB
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