Paysandú, Jueves 23 de Julio de 2009
Opinion | 21 Jul El hecho que hayan ganado sus respectivas internas partidarias los precandidatos más distantes entre sí en el espectro político, encabezando respectivamente al oficialismo y a la oposición, por encima de las virtudes y defectos propios de cada postulante, no es un buen ingrediente en una campaña preelectoral que desde el vamos se ha presentado tensa por el afán de poner las cosas en blanco y negro ante el ciudadano común.Por añadidura en nuestro país tenemos la mala costumbre, arraigada además desde tiempos inmemoriales, de estar permanentemente en campaña política y dejar muy poco espacio para adoptar acciones desteñidas del influjo preelectoral que condiciona decisiones y genera cortoplacismos que no permiten encarar políticas de Estado por encima del partido que esté en el poder.
Tanto José Mujica como Luis Alberto Lacalle tienen virtudes y defectos, sus seguidores incondicionales y fuertes detractores, en tanto precisamente sus compañeros de fórmula, Danilo Astori y Jorge Larrañaga, apuntan a captar adeptos en el espectro político que van desde la centroderecha a la centroizquierda, y son además los que generan menos índices de rechazo, de acuerdo a las encuestas.
En una campaña de más de tres meses, el entrecruce de acusaciones, reproches y verdades dichas a medias, distorsiones e interpretaciones diversas intentando arrastrar agua hacia su propio molino, son un elemento indeseado pero siempre presente en las campañas, que obviamente a los pocos días terminan saturando al ciudadano común y hacen que se desinterese de seguir de cerca un proceso en el que el menor error es explotado hasta lo indecible en procura de rédito electoral.
La gestión de gobierno de uno por un lado, y el pasado guerrillero del otro, aparecen potencialmente como factores de discusión e intercambio de reproches mucho más que las propuestas que hasta ahora se han lanzado al ruedo y lamentablemente nada indica que las cosas vayan a ser de otra manera en estos cien días que quedan hasta el 25 de octubre.
Esta tónica, el intento de retorcer hechos y disfrazar de verdades absolutas acusaciones muchas veces lanzadas sin fundamento o con ocultamiento de determinados hechos para poner énfasis en otros, son una forma indebida de tratar de influir en los ciudadanos, sobre todo en los más jóvenes, que de esta forma son bombardeados con hechos del pasado que no vivieron y de los que solo tienen referencias muy fragmentarias, muchas veces expresadas por actores del sistema político o sindical que han transmitido su propia versión en base a su visión político -ideológica.
En estos días se ha hecho hincapié desde la izquierda, con el apoyo de la organización Pit Cnt, claramente afín al Frente Amplio, --desde que incluso dirigentes sindicales integran los cuadras de gobierno y viceversa--, en promover una denominada “Operación Memoria”, en el marco de una planificación que se hizo desde antes de conocerse los resultados de las elecciones internas.
Es decir que esta campaña que se anuncia y que es potenciada ahora por el binomio oficialista, retroalimentada con la dirigencia sindical, ha sido anterior a las desafortunadas expresiones del candidato nacionalista en cuanto a que en su óptica los inversores deberían aguardar el resultado de octubre-noviembre antes de invertir en el Uruguay, lo que efectivamente es una expresión impropia, pero que queda a la altura de apenas una travesura si lo comparamos con la campaña lanzada por la actual fuerza de gobierno y el Pit Cnt cuando en plebiscito sobre empresas públicas arremetieron contra potenciales inversores, ridiculizándolos como piratas con un parche en el ojo y con baúles en los que venían a llevarse la riqueza.
Ya en el gobierno, la cosa cambió y felizmente se está en la óptica de que las inversiones son bien recibidas, como lo fue la de la empresa Botnia, pese a que en su momento el Frente Amplio votó en el Parlamento contra el proyecto por el que se autorizaba la instalación de la empresa finlandesa.
Esto también debería por lo tanto ser parte de la “operación memoria” si estuviéramos en un intento de llevar al ciudadano elementos de juicio para que pueda discernir en su momento sobre donde realmente está la verdad y el punto medio de las cosas, si es que la cosa no da todavía para presentar y discutir sobre propuestas, como esperamos que ocurra.
Pero evidentemente, de lo que se trata por ahora es de descalificar, para atrapar incautos, en una forma de hacer política que debemos desterrar si es que queremos formar ciudadanía desprovista de prejuicios, de mente abierta y que analice propuestas y programas, en lugar de eslóganes y descalificaciones.
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