Paysandú, Miércoles 29 de Julio de 2009
Opinion | 29 Jul El muy incipiente aprovechamiento de la energía solar, la eólica y el empleo de la biomasa, así como de la elaboración de biocombustibles, daría la pauta, para quien no tenga conocimiento de causa, de que estamos en un país en el que abundan los energéticos fósiles como el petróleo, el gas natural o el carbón, o que están bien suplidas las necesidades de consumo eléctrico a través de una generación hidroeléctrica suficiente todo el año y barata.
Pero como todos sabemos, la realidad es muy distinta. Y eso indica que se ha perdido un tiempo precioso sin instrumentar políticas que permitan dejar de ser vulnerables en este campo, por lo que no extraña que invierno tras invierno, y también en los días pico del verano, nuestro país tenga necesidad de importar energía o recurrir a la producción en base a fuel oil, obtenido del petróleo que importamos en un cien por ciento.
Este único argumento bastaría para deducir que se ha actuado en forma omisa durante décadas para que lleguemos a esta situación, por falta de inversión, en ausencia de políticas de Estado que privilegien la incorporación de energía, sobre todo a partir de privados, asegurando la compra por contratos de mediano plazo o participando en el mercado ocasional, a través de excedentes industriales.
Pero claro, si bien es muy importante contar con disponibilidad de energía, también lo es producirla en forma eficiente a partir de fuentes renovables, así como mejorar construcciones y aislaciones para reducir pérdidas e incorporar equipamiento doméstico o de uso industrial pensado para el ahorro energético.
En esta perspectiva, la Administración Vázquez ha enviado señales contradictorias, porque si bien UTE ha convocado a interesados en generar mediante energéticos renovables, en los hechos ha establecido para los oferentes condiciones severas de precios y topeado la potencia, cuando la lógica indica que es preciso incorporar en el menor lapso una red de generadores privados que permita reducir sustancialmente la compra a países vecinos, a los que se les paga muy elevado precio por la electricidad.
Por otro lado, a través de la Dirección Nacional de Energía se anuncia la aprobación de un decreto por el cual el Poder Ejecutivo exonerará del Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas a las empresas que fabriquen al menos en un 75% equipos destinados al uso eficiente de la energía. Ello comprende generadores de energía eléctrica de fuentes renovables, cogeneración, conversión de equipamiento para uso eficiente de energía y la fabricación de máquinas y equipos con destino a la generación.
Es indiscutible la buena inspiración de este proyecto, que apunta a matar dos pájaros de un tiro al promover incorporación de tecnología para incrementar la disponibilidad energética y a la vez generar condiciones para transferencia de tecnología, así como empleo de mano de obra y materiales de origen nacional para fabricar estos equipamientos.
Aunque todavía no se ha dado a conocer en detalle los alcances del decreto, es de esperar que esta exoneración total o parcial se extienda al uso de material aislante en edificios, para reducir al máximo las pérdidas de energía que derivan de técnicas utilizadas extensamente por su menor precio, pero que a la vez dejan mucho que desear en cuanto a su capacidad de aislación.
A la vez, sobre todo en el norte del país, existe muy buena posibilidad de aprovechar durante gran parte del año la energía solar, lo que da la pauta de que sería muy redituable instalar paneles solares en viviendas y empresas, que permitan un precalentamiento del agua, para utilizarla directamente o derivarla con mayor temperatura a los calentadores convencionales, y así abatir sensiblemente el consumo de electricidad, gas y leña.
En todos los casos, se trata de posibilidades que merecen ser estudiadas sin preconceptos y buscando alternativas que permitan aterrizar estas tecnologías y ponerlas al alcance de las economías domésticas, desde que su masificación y consecuente abaratamiento resultará fundamental para atacar la vulnerabilidad energética desde varios flancos.
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