Paysandú, Sábado 01 de Agosto de 2009
Rurales | 26 Jul Tras la veda que impidió la presentación de nuevas solicitudes de autorización de organismos vegetales genéticamente modificados (OGM), que rigió entre enero de 2007 y julio de 2008, y después de que se concretasen las formalidades institucionales establecidas por decreto, el sector semillerista comenzó a recorrer el largo proceso dirigido a la aprobación de nuevos eventos.
La soja y el maíz acaparan las nuevas solicitudes. Hasta el pasado jueves, conforme al sitio web del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, se habían presentado cuatro solicitudes: tres referidas a maíz y una a soja.
Dos de las correspondientes al cereal fueron presentadas por Yalfin SA, representante de Syngenta en Uruguay, y la otra por Rutilan SA y Agar Cross Uruguaya SA. La correspondiente a soja es de Monsanto Uruguay SA.
Pero el miércoles, según dijo a Conexión Tecnológica el gerente de la Cámara Uruguaya de Semillas, ingeniero agrónomo Daniel Bayce, se concretaron otras tres solicitudes que aún no fueron informadas oficialmente. Una corresponde a Dow y Pioneer, para maíz, y dos a Monsanto, también referidas al cereal.
Respecto a los posibles efectos sobre el ambiente, se asegura que “en Uruguay no existen especies autóctonas, incluyendo malezas taxonómicamente relacionadas con el maíz, que puedan cruzarse con el maíz convencional o con el genéticamente modificado, por lo tanto no se identifica un riesgo en este aspecto”.
La tercera solicitud de liberación de un maíz transgénico pertenece a Rutilan SA y Agar Cross Uruguaya SA. Según el pedido, “el evento posee los genes crylF y pat. El gen crylF otorga resistencia específica a ciertos insectos lepidópteros plaga, mientras el gen pat otorga tolerancia al herbicida glufosinato de amonio”. En su presentación, la empresa hace hincapié en la inocuidad alimentaria de este maíz y en la ausencia de efectos nocivos sobre el ambiente derivados de su cultivo.
En cuanto a la solicitud de Monsanto referida a soja, se trata de un evento resistente al glifosato, para el que solicitan “exportar la semilla cosechada para su posterior multiplicación y comercialización”. Se sostiene que “los genes introducidos en el mismo u otros cultivos han recibido cientos de autorizaciones previas, incluyendo su liberación comercial en soja en numerosos países” . Además, los genes se han introducido en otros cultivos como maíz, algodón, alfalfa, remolacha azucarera y canola.
El uso comercial de dichos genes se inició en 1996, en soja y otras especies cultivadas. El total excede 500 millones de hectáreas y ningún informe acusa efectos inesperados, positivos o negativos.
Proceso de aprobación
Tras la solicitud, comienza un largo proceso de evaluación y autorización o rechazo de los eventos. Por eso, aun los partidarios del uso de los OGM coinciden en que es casi imposible que nuevas semillas de transgénicos estén en el mercado antes de 2012. Por lo pronto, el 10 de agosto vence el plazo para que las semillas que se evaluarán en cultivares lleguen al país.
Comienza entonces a operar un sistema de trabajo en red realizado por técnicos y científicos nacionales, regionales e internacionales llamado Evaluación del Riesgo en Bioseguridad (ERB), que informa a la opinión pública. Luego convoca al Comité de Articulación Institucional, que elebora un informe. Este informe es entregado a la Comisión Nacional para la Gestión de Riesgo (CGR), formada por delegados de otro organismo, el Gabinete Nacional de Bioseguridad (GNBio), que a su vez está integrado por los ministerios de Ganadería, Salud Pública, Vivienda, Economía, Industria y Relaciones Exteriores.
En esta etapa se realiza una consulta pública, que es recibida y contestada por la CGR. Esta elabora el informe final y formula una recomendación al GNBio, organismo que adopta la decisión final. Ésta es comunicada al solicitante y a la opinión pública a través de la CGR. A partir de ese momento el OGM queda liberado para su multiplicación y comercialización.
¿A qué apunta?
El análisis de los riesgos, el factor clave de todo el proceso, apunta básicamente a los problemas ambientales que pueda generar un transgénico, dijo el ingeniero agrónomo Enzo Benech, presidente del Instituto Nacional de Semillas.
En esta etapa, “se estudian los posibles efectos sobre el suelo y los cruzamientos que puedan producirse con otras plantas. Posteriormente, tras la producción de semillas en los cultivares, se analizan las eventuales implicaciones del cultivo sobre la salud humana y la animal”. Benech sostuvo que se aplicará el mismo rigor para evaluar los eventos simples que los denominados apilados, o sea, que tienen resistencia a más de un factor que puede afectar a la planta.
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