Opinion | 02 Ago
Aunque no son abundantes, los denominados programas de “rehabilitación urbana” están desarrollándose en varios países de Latinoamérica, especialmente en áreas centrales de las ciudades, a veces descuidadas y abandonadas o subutilizadas. En muchos países existe una tendencia al abandono creciente de dichas áreas como resultado de una compleja combinación de preferencias de los consumidores y deficiencias de las políticas públicas que han favorecido el crecimiento en extensión sobre la periferia. Así, las actividades económicas más dinámicas, los hogares de mayores ingresos y las actividades comerciales y de servicios que los abastecen se han desplazado hacia localizaciones periféricas demandando nueva infraestructura y dando origen a centros comerciales, barrios cerrados, etcétera, lo que redunda en la decadencia económica y social de áreas centrales y el deterioro de sus activos inmobiliarios e infraestructuras.
Paysandú, por ser una ciudad chica en comparación con las grandes urbes del continente, carece de esa problemática en su máxima expresión. Sin embargo, es frecuente ver la existencia de casas de valor patrimonial, histórico y hasta testimonial de una determinada época, que requieren intervenciones urgentes aunque no siempre sus dueños pueden hacerlas.
Por eso, la puesta en marcha el año pasado de un plan de rehabilitación urbana --que comenzó por la zona portuaria, histórica y emblemática en muchos sentidos-- significó una interesante oportunidad.
Dicho programa, producto de un convenio de la Intendencia con el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, llega este año a los vecinos de la zona comprendida por las avenidas Salto, Bulevar Artigas, Entre Ríos y Soriano, quienes pueden acceder a préstamos sin interés (de un monto máximo de 72.000 pesos financiados hasta en 60 cuotas) bajo la modalidad de fondo rotatorio y asesoramiento técnico para mejorar sus viviendas.
El interés existente, que llevó a decir a la Intendencia que “hay mucho más gente inscripta que la cantidad de dinero que disponemos”, da cuenta que se trataba de una necesidad, que hay disposición de los vecinos a mejorar sus viviendas con el convencimiento de que al hacerlo, ganamos todos, puesto que como bien sostiene el programa, la recuperación de viviendas particulares genera no solamente el beneficio particular para sus dueños o moradores, sino un beneficio social de recuperación de la zona que potencia la actividad de estos entornos urbanos. Cabe esperar entonces la continuidad de estas políticas de promoción urbanística, que como está quedando demostrado cuentan --por necesidad y oportunidad-- con el decidido respaldo de los vecinos destinatarios.