Opinion | 28 Jul El presidente Tabaré Vázquez asumió la Presidencia Pro Témpore del Mercosur y recordó que el interés de crear un bloque regional compuesto por los países de la región para integrar una plataforma de lanzamiento y tratamiento de temas en conjunto, es histórico y se remonta a los tiempos de Artigas.
Es verdad. Algo de eso quiso ser la fracasada Liga Federal. Y por lo que se puede ver en el presente, el Mercosur no camina sino que apenas cojea y con evidentes dificultades.
Las diferencias existentes no son sobre temas menores, sino sobre aquellos que deberían estar en el centro de una acción conjunta como bloque. Basta señalar para esto que los productos uruguayos tienen dificultades para ingresar en los países mayores del grupo cuando uno de los objetivos fundacionales es ni más ni menos que la integración económica regional.
Esta situación ha provocado, por ejemplo, que a consecuencia directa de las restricciones aplicadas por otros socios, en especial a Argentina, Uruguay enfrente envíos al seguro de desempleo y la paralización de producción en diversas empresas.
Solo por citar otro ejemplo --aunque la lista podría ser larga--, el desarrollo de la hidrovía está trancado por Argentina, que no acepta el criterio de favorecer la navegabilidad en los ríos de la hidrovía de los barcos de diverso origen o bandera. El otro elemento --no menor y de gran incidencia para los puertos de nuestra zona-- es que Argentina no habilita a prácticos uruguayos para que naveguen en la hidrovía, lo cual encarece los costos de los operadores. Asimismo, la profundización del canal Martín García también ha sido relegada por la sencilla razón de que favorece el tránsito portuario uruguayo.
La frutillita de la torta es que en la reunión de presidentes de la semana anterior las discrepancias llegaron al punto que no se pudo avanzar en ningún tema, con excepción del acuerdo para comerciar en moneda local y las declaraciones relativas a la gripe A H1N1 y a la situación en Honduras.
Con mucha cortesía el presidente Vázquez lamentó que el proceso de integración regional sea tan lento y dijo que “tampoco hay que dramatizar la situación, sino que hay que tomarla como es en realidad, y trabajar permanentemente para mejorarla”.
Sin embargo, lo cierto es que las discrepancias son muchísimas, las diferencias de posicionamiento debido a conflictos de intereses son abismales y el malogrado Mercosur 18 años después de su creación sigue siendo poco más que una linda carta de intenciones, algo totalmente virtual y muy alejado de lo que debería ser y el propósito que le dio existencia.