Paysandú, Jueves 06 de Agosto de 2009
Locales | 31 Jul Es la vecina más antigua del lugar. Llegó a colonia Las Delicias el 12 de octubre de 1939. De su familia paterna son siete hermanos (cuatro mujeres y tres varones). Su presente se nutre de los recuerdos de un interesante pasado: sus años de juventud fueron de mucho trabajo, cuando por aquellos tiempos la vida en el campo era dura y con poco margen para las quejas. Pero, como dice doña Juana, “eran otros tiempos”.
Hoy vive en la tranquilidad de un territorio que rara vez se ve alterado por algún acontecimiento, como un encuentro criollo o un festival en el establecimiento escolar. Juana Stefani tiene setenta y seis años. Es viuda y tiene dos hijos: Ricardo (52) y Mary Liliana (51). A la vez, tiene cuatro nietos que le han dado tres bisnietos. Como buena habitante de la campaña, asegura que se levanta a las seis y media. Hace quinta y tiene un delicado jardín.
Su relato nos aporta amenos detalles de su Arroyo Malo natal, repasando con envidiable memoria los nombres y apellidos de los primeros pobladores de la zona y quienes por ende fundaron la colonia. En sus palabras cobran vida Roberto Britos, Esteban Gauthier, Francisco Domeneche, Gregorio Medina, Francisco Gamarra, Martín Salto, Enrique Müntzel, Pedro Domeneche, Ernesto Carrea, Mario Brasesco y Francisco Palacio. Pero, por si esto fuera poco, sin mucho esfuerzo nombra a cada uno de los establecimientos de la zona: Las Delicias, Los Médanos, El Pajonal, Los Horneros, El Capricho, Rincón Chico y El Piquete. Todos ellos han sido sitios de referencia para los habitantes del lugar y de gran movimiento productivo.
“Por aquellos tiempos eran épocas muy duras. Los caminos no permitían la comunicación con comodidad, porque no existían. Para poder sacar la producción se utilizaban carretones y un embarcadero que quedaba a unos cinco kilómetros de la colonia, casi sobre la costa del río Uruguay. Lana y cereales formaban parte de lo que los productores generaban durante el año. Trigo, lino, cebada y girasol eran los cultivos más importantes”, cuenta Juana.
Con particular estilo en su narración, recuerda que “todo ese gran movimiento productivo que mantuvo inquietas a las familias del entorno ocurrió hasta el año 1956. Luego ya nada fue igual”, porque los muchachos se fueron buscando otros horizontes, otros vendieron sus campos y no hubo reposición generacional.
Pese a que guarda buenos recuerdos, reconoce que hoy se vive mejor con las comodidades que brindan ciertos servicios tales como la energía eléctrica, televisión, la radio y el teléfono. La caminería también ha mejorado considerablemente: “por aquellos años apenas había senderos y cuando se desbordaban los arroyos o cañadas no había nadie que pudiera cruzar. Hasta hubo momentos en los que el clima también fue extremadamente riguroso y ponía a prueba permanentemente a los chacareros y peones de estos territorios”.
También habló de su familia: su padre trabajó mucho tiempo en Arroyo Malo, vinculado a la producción maderera y en los hornos que generaban el carbón vegetal, en una compañía inglesa que también se dedicaba a la producción ganadera. Al no haber más trabajo en la zona, la familia se mudó a colonia Las Delicias.
Por el año 1958 doña Juana contrajo matrimonio con Ricardo César Montaña, quien trabajaba en una quesería en colonia Guaviyú, donde vivieron por algunos años. En 1973 regresó a Las Delicias, donde compraron un campo, afincándose definitivamente en la zona. Tiempo más tarde supieron tener un almacén de ramos generales que funcionó hasta 1998.
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