Paysandú, Jueves 06 de Agosto de 2009

Las fábulas de los terroristas inocentes

Opinion | 01 Ago El terrorismo internacional tiene variadas formas y argumentos al por mayor para pretender justificar lo injustificable, como lo es defender supuestas causas justas al precio de atentar contra la vida de inocentes para sensibilizar a los destinatarios de sus acciones y en lo posible, hacer valer el chantaje de la violencia irracional y el miedo consecuente.Entre estas organizaciones terroristas se encuentra nada menos que la banda separatista vasca ETA, la que el miércoles celebró su medio siglo de existencia, como no podía ser de otra manera, con su modus operandi tradicional de atentar con explosivos, esta vez en la ciudad de Burgos.
La magnitud del atentado fue brutal, aún teniendo en cuenta la amarga experiencia con la ETA, al punto que pudo haber causado una enorme matanza, pero esta vez la diferencia respecto a otros ataques recientes fue que no estuvo precedido por un aviso de la organización terrorista.
La potencia de la explosión ante un cuartel residencial en el que dormían 120 personas, entre guardiaciviles y sus familias, incluyendo unos cuarenta niños, da la pauta de que constituyó un atentado fallido dirigido a causar muertes. En esta oportunidad se trató de un coche bomba cargado con más de 200 kilogramos de explosivos que fue detonado a unos veinte metros de la fachada trasera de la sede de la Guardia Civil en Burgos. La explosión abrió un cráter de siete metros de circunferencia por dos de profundidad, a la vez de dañar siete de los 14 pisos del edificio, con el saldo de unos sesenta heridos. Todo indica que no hubo muertos solo debido a un error de cálculo de los terroristas en cuanto a la distancia entre el coche bomba y el local, desde que la idea aparentemente era festejar los cincuenta años con una marca indeleble.
La reivindicación independentista de la ETA en favor de las provincias vascas ha dado lugar a cientos de atentados que han arrojado un saldo de unos mil muertos, con lo que ha hecho un flaco favor a su causa, que es objeto de rechazo en casi todo el mundo.
Y decimos casi, porque aunque parezca mentira a esta altura del siglo, la ETA ha encontrado defensores en el Uruguay, donde el Frente Amplio, actual fuerza de gobierno, protagonizó una asonada frente al Hospital Filtro en 1994, a efectos de evitar que fueran extraditados a España cuatro integrantes del comando de la organización terrorista. Hubo sectores de la coalición de izquierdas, con el MLN Tupamaros a la cabeza, que consideraron que los terroristas eran inocentes y que todo se trataba de una maniobra política del gobierno del entonces presidente Luis Alberto Lacalle contra los presuntos luchadores vascos por la libertad.
Esa asonada tuvo como protagonistas fundamentales a grupos radicales que arrastraron al resto, llevaron armas, generaron serios incidentes y se enfrentaron con la Policía, al punto que lograron que hubiera una muerte entre los activistas, de forma de poder levantar en el futuro la bandera de víctimas de la represión.
Por supuesto, se cuidaron muy bien de indicar, como luego confesó el propio Jorge Zabalza, integrante entonces del movimiento tupamaro, que hasta esa zona habían sido llevados jóvenes entrenados que iban a hacer sus primeras armas en la lucha popular, pese a que naturalmente era contra un gobierno democráticamente elegido, para defender a los terroristas vascos.
Juzgados en España con las correspondientes garantías, los acusados fueron encontrados culpables --en un caso se logró reunir las pruebas años más tarde, tras haber sido puesto en libertad-- y los “inocentes defensores de la libertad” quedaron entre rejas, como terroristas que efectivamente eran, con múltiples asesinatos en su haber.
Claro, durante años más o menos se pudo tener una bandera para engañar incrédulos mediante eslóganes, hasta que la verdad apareció cual faro luminoso por la fuerza aplastante de los hechos y por lo tanto son cada vez menos los que quedan abrazados a sus propias fábulas y causas indefendibles.
No puede extrañar entonces que los terroristas y grupos afines que integraban el movimiento tupamaro, que se alzó en armas contra un gobierno democrático en la década de 1960 y no tiró siquiera un tiro contra la dictadura que se instaló en 1973, sigan intentando hacer creer lo contrario a través de la historia reciente sin ningún vicio de arrepentimiento, a la misma altura que la fábula de los terroristas vascos “inocentes”.


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