Opinion | 04 Ago Recientemente el gobierno informó que, de mantenerse la tendencia actual, este año culminaría por primera vez en décadas con un saldo emigratorio positivo. Es decir, habría más uruguayos que vuelven al país que los que se van. En tal sentido, el director general de Vinculación y Asuntos Consulares del Ministerio de Relaciones Exteriores, Carlos Flanagan, dijo que como consecuencia de la crisis global, entre otros factores, se experimentó una disminución de uruguayos que deciden expatriarse.
Sin embargo, una encuesta realizada por Interconsult divulgada por Últimas Noticias señala que el 21% de los uruguayos tiene predisposición a emigrar --entendida como el deseo o actitud a vivir afuera del país-- aunque solo un 12% tiene un destino determinado donde residen conocidos o familiares que podrían ayudarlos a conseguir un trabajo.
En noviembre de 2008 el 17% de los entrevistados expresaba su predisposición a emigrar y de ellos un 14% contaba con posibilidades reales de hacerlo. Según esas cifras, dicha predisposición caía 12 puntos porcentuales en relación a la medición anterior (febrero de 2007) debido a las restricciones a la entrada que presentan los países de destino, con políticas migratorias muy estrictas y la crisis económica que se está produciendo en dichos países.
Los especialistas estiman actualmente que serían unos 600.000 los uruguayos que viven en el exterior, lo que sin lugar a dudas es una cifra altísima para un país con una población de poco más de tres millones, envejecido y con una baja tasa de natalidad.
Aunque el actual gobierno ha instrumentado algunos estímulos para el retorno de uruguayos en la diáspora --como la exención impositiva sobre sus enseres y herramientas y la posibilidad de traer un vehículo del cual sean propietarios desde hace dos años con el compromiso de no venderlo hasta cuatro después del regreso-- lo cierto es que son todavía pocos los que regresan (al 30 de junio en la Cancillería había un total de 319 expedientes iniciados de uruguayos que pretendían retornar al país) y muchos los que están pensando en irse.
Evidentemente, las causas de esta situación no se explican solo por la economía del país, que ha tenido épocas de bonanza en los últimos años, sino que seguramente refieren a factores de disconformidad personal o al deseo de superarse así como la idea de que será más fácil fuera de fronteras. Independientemente de las causas, es evidente que la emigración --o el pensar en ella como una posibilidad cercana-- representa un problema para el país en su conjunto, además de una sangría que no se detiene aún y requiere de un mayor esfuerzo, en principio, por retener a quienes aún viven y trabajan en el paisito para luego, sí, incentivar el regreso de los emigrados.