Paysandú, Viernes 07 de Agosto de 2009
Locales | 05 Ago En el día de ayer todo llegó a su fin, en este caso de la mejor forma, ya que la vida continúa para Gabriela Gómez de Ibarra y su esposo Henry Ibarra, con la alegría y beneplácito de sus familiares y amigos. El grave problema de salud quedó atrás y ahora en su domicilio comienza una lenta pero segura recuperación, “aunque si por mí fuera ya quisiera ir al trabajo, porque lo extraño”, nos confiesa con una sonrisa.
De las peripecias sufridas Gabriela prácticamente no recuerda nada, salvo “el fuerte dolor de espalda que tenía, como si cargara un peso”, por el cual consultó en la Urgencia de Comepa. Desde allí en más es su esposo quien señala al cronista los distintos pasos seguidos que, a esta altura prácticamente ya no interesan más que una vaga referencia a que “el primer diagnóstico fue una neumonía”. Solamente vamos a decir que si el lector se lo está preguntando, no se contagió en el exterior por la sencilla razón de que no viajó a Buenos Aires, como sugería una versión circulante. Sí es menester rescatar ciertas cosas positivas, dentro del drama derivado de la gravedad del cuadro que obligó a la internación de Gabriela en el CTI del Sanatorio Modelo. Henry rescata “el vínculo que se da entre aquellas personas que están en la misma situación, esperando. Mucha gente de la cual uno termina haciéndose compañero, por convivir en la sala de espera. Todos esperando las noticias del mediodía de cómo estaban nuestros familiares. Ver al familiar internado una media hora al mediodía y otro tanto en la noche, cuando todos los días lo tenemos al lado y más en la situación que la tenía a ella, con un respirador y sin saber si lo escucha o no a uno”. Gabriela convalida la otra parte de esta escena: “yo creía que soñaba y ahora me doy cuenta que eran las cosas que me hablaban. Por ejemplo, me contaron que llovía y para mí parecía que lo soñaba”.
Muy conformes
Preguntados por EL TELEGRAFO si tenían alguna queja que expresar sobre la atención recibida, Henry nos responde: “no, nosotros realmente estamos muy conformes por todo lo que ha hecho Comepa por mi esposa. Cuando digo Comepa me refiero al cuerpo médico, enfermeros, nurses, la gente de secretaría, seguridad y el personal de servicio.
El trato humano fue muy bueno, muy lindo y reconfortante, aunque creo que eso se da por el hecho de convivir tantos días en una situación así”.
Sobre la salida del CTI añade que “no se despertó de pronto, sino que lo fue haciendo muy de a poquito” y que “cuando me dieron el parte médico un mediodía -fue una doctora- me dijeron que le había hablado a Grabriela, que abrió los ojos y la había mirado tranquila. Yo que siempre entraba con el ‘pato de peluche’ de ella, que llevaba escondido porque creo que eso no se puede, le dije que tuviera fuerzas, que estábamos afuera esperándola y que yo no me había ido nunca del sanatorio. Ella pestañó, eso me asustó un poco y me quedé quieto, pero luego me miró como diciéndome ‘hablame, yo te escucho’. De eso ella no se acuerda”.
Pato con suerte
El pato de peluche tiene consigo toda una historia que se vincula con el amor de la pareja: “me lo regaló cuando estábamos de novios y que en realidad, se llama Madeleine Cuac”, comenta Gabriela con una sonrisa. “Siempre duermo con el pato y me parece que con él no me puede pasar nada”. Henry añade que “comentaba con amigos que yo puedo dormir fuera de la cama matrimonial, pero el pato no, tiene que estar al lado de ella”. Nos asegura que “lo entraba envuelto entre mi campera y se lo mostraba de lejos, porque mientras no se despertó no entrabamos al box (donde el paciente está aislado) porque nosotros mismos teníamos miedo de llevarle algún microbio porque estata muy delicada”.
Un día le pregunté a un doctor: “si lo lavo bien, puedo dejarle el pato” y me responde con una pregunta, “¿cómo hiciste para entrar un ave en CTI?”. “¡No, un peluche!”, le contesté y ahí le volvió ‘el alma al cuerpo’, pero igualmente le restringieron la entrada al pato, porque un peluche puede juntar ácaros”.
SE SINTIERON RESPETADOS
Finalmente, Henry Ibarra nos asegura que “yo que viví intensamente la situación tengo que reconocer que en todo momento EL TELEGRAFO me consultó, ante cada nota que se iba a hacer hablaban conmigo. Hubo mucho respeto y solidaridad para con nosotros. Lo primero que le conté a Gabriela fue que hubo muchos medios de difusión que dijeron cualquier cosa, incluso mi hermana cuando venía de la Argentina en el peaje le habían dicho que ella había fallecido, porque ‘lo habían pasado en la tele’. Yo seguía todos las informaciones que se daban porque fue el primer caso grave de complicaciones por la gripe A H1N1 y les digo la verdad, no me molestaba para nada, porque se cómo es esto, más allá de que me escribían mensajes al celular preguntándome cualquier cosa. Pero, como les digo estoy totalmente agradecido con EL TELEGRAFO por la forma en que nos han tratado”.
Al despedirnos queda en el aire una oración y el deseo expresado con énfasis por Gabriela de que “por mí, me reintegraría ya al trabajo”. Lo que demuestra que la vida sigue y vale la pena que ambos la vivan y gocen a pleno, porque el doloroso trance ya fue superado.
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