Diario El Telégrafo | Paysandú | Uruguay

Paysandú, Domingo 09 de Agosto de 2009

Ignacio Schneider

“Puedo taparle la boca a unos cuantos”

Deportes | 06 Ago Nunca pudo siquiera imaginarlo. Llegaba con siete partidos a cuestas y otros tantos goles, siendo ídolo de la hinchada de los Gallos Blancos de Querétaro, equipo que iba en busca del ascenso en el fútbol mexicano.
El 7 de setiembre del pasado año el equipo llegó al Estadio Azteca para enfrentar a Socio Aguila. Nadie pudo siquiera imaginar lo que sucedería promediando los 67 minutos de partido, cuando el codo del brasileño Izaías Ramos se estrellaría sobre el rostro del sanducero Ignacio Schneider, en una jugada que cambió para siempre la vida del jugador del Querétaro: Schneider sufrió la fractura del pómulo izquierdo y el ojo quedó prácticamente destrozado.
Varias cirugías terminaron por salvarle el globo ocular, aunque el ex jugador del Paysandú Bella Vista perdió toda la visión de su ojo izquierdo, lo que derivó que el Querétaro no lo tuviera en cuenta y decidiera cederlo a préstamo al Atenas de San Carlos, club que está a pocas semanas de debutar en la Primera División del fútbol uruguayo. Y “Nacho” quiere su revancha.
Tras más de un año y medio sin llegar a Paysandú, Schneider estuvo apenas por algunas horas en sus pagos. Pero le alcanzaron para cargarse las pilas ya que hoy se sumará a los entrenamientos de su nuevo equipo, que se presenta como todo un desafío.
Durante su estadía, recordó con EL TELEGRAFO lo sucedido aquella fatídica tarde, lo que vino después y las ganas de tapar algunas bocas.
“Estás en el horno”
“No tengo ni idea de nada. Recuerdo que recibí el golpe pero pensé que solo era un corte. Ví sangre pero le dije al médico que me pegara el corte porque seguiría jugando. Pero cuando me miró bien, inmediatamente me dijo que no podía seguir y no me dejó entrar”, cuenta Schneider. De la cancha al vestuario, “donde el médico me revisó y salió corriendo. Ahí comencé a pensar que había otra cosa y no solo un corte, pero nadie me decía nada aunque veía las caras tristes. Hasta que tomé del cuello a un compañero y le dije: ‘no te suelto hasta que me digas qué me pasa’. Y me dijo que no se me veía el ojo. ‘Estás en el horno’, pensé”.
En el hospital lo derivaron a cirugía, “todos estaban tristes pero yo no tenía ni idea de lo que pasaba. Una doctora me hizo una prueba con luces, me dijo que le avisara si veía y le dije que me estaba encandilando, que me sacara la luz. Y miro alrededor y todos lloraban. Me dijeron que era porque era la última prueba, porque ya me iban a sacar el ojo”.
El jugador brasileño lo visitaría después de un par de operaciones al hospital, aunque “se ve que tenía miedo de que le dijera algo. Pero no tuvo la culpa, fue una jugada tonta. El vino a trancar, toco (la pelota) para el costado y con el movimiento se cubre con los brazos. Y me lo como. Con la fuerza que veníamos… ya está”.
Primero le dijeron que no volvería a poder jugar al fútbol. Y fue la mejor frase que pudo haber escuchado, porque a Schneider le dio la fuerza necesaria como para revelarse ante la adversidad. “¿Quién me puede decir que no puedo volver a jugar? Nunca tuve miedo de no volver a patear la pelota. Todos quedaron sorprendidos por la recuperación, y para muchos fue un milagro. Y yo digo que fueron las ganas de jugar”, asegura.
Rebelde con causa
El accidente dejó a Schneider sin visión en un ojo izquierdo que dejó atrás su color habitual. Pero poco a poco comenzó a romper todas las previsiones y volvió a entrenar, a jugar y a meter goles. “Me encontré con querer dominar una pelota, algo que era normal, y no podía hacer más de dos toques. Me tiraban un pase largo y no podía calcular cuándo llegaba la pelota, porque esto te quita la sensación de profundidad en la visión. Luego empecé a entrenarme, calculando más… y suplís con el cuerpo mucha cosa. Me di cuenta de que es costumbre, aunque no fue fácil. Es feo, pero después empecé a jugar y todo se hace normal, como cuando jugaba antes. Y me acostumbré. Sé que hay dos jugadores que tenían un solo ojo. Y si ellos pudieron, ¿por qué yo no? Puedo taparle la boca a unos cuantos”, dice con rebeldía, la misma que afloró después de que Querétaro, ascendido a Primera División, decidiera no tenerlo en cuenta.
“Estoy tranquilo porque con la gente de Querétaro y la hinchada está todo bien. Ellos no querían que me viniera, pero el técnico no me quería. De los hinchas tuve siempre un apoyo impresionante, algo que no olvidaré nunca”, reconoce Schneider.
“¿Por qué no me quedé? Allá el fútbol es un negocio muy grande, y dicen que conmigo dan ventajas deportivas, que ocupaba un cupo de extranjero y no podían arriesgarse a tener un jugador como yo. Me molestó porque se olvidaron rápido de las cosas. Así que tomé la opción de llegar a Atenas, y demostrar que puedo andar bien en estos seis meses. Como quien dice, tapar algunas bocas”.
Pero las comenzó a cerrar antes de tiempo. Schneider jugó dos partidos amistosos, ante Tecos de Guadalajara y Mérida de Yucatán, y en ambos anotó. “No te digo que fue fácil, pero todo es práctica y costumbre. Y tengo buenas expectativas”.
Los dirigentes aztecas no lo dejaron integrar el equipo de Atenas que enfrentó a Querétaro hace algunas semanas en México, donde los fernandinos estuvieron de gira. “No me dejaron jugar porque iba a dejar regalado al técnico de Querétaro. La organización del partido se basó en mi vuelta, con entradas con mi cara…, pero no me dejaron jugar. La gente coreó mi nombre todo el partido, pedían que me quedara e insultó al técnico de Querétaro. Los hinchas fueron con banderas uruguayas y tuve que salir a saludar al final del partido”, cuenta.
La familia y poco más
Toda experiencia, por más amarga que sea, tiene algo positivo. Pero a Schneider le cuesta encontrarla. “¿La verdad? Le busco y le busco lo positivo, y no lo encuentro. Salvo que tengo un equipo, que voy a volver a jugar y que volví a Uruguay después de un año y siete meses. Allá fue difícil, porque estábamos los tres solos (con su esposa y su hijo) y te encontrás con que compañeros y amigos que antes estaban en tu casa ya no están, y que un 24 de diciembre te encontrás solo, sin que nadie se acuerde. Nos pasó de todo, pero no importa. Porque me quedo con mi familia, la que está siempre y te aguanta. Y entendés que hay amigos solo de cámaras y buenos momentos”.STB


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