Paysandú, Domingo 09 de Agosto de 2009

Subas “inevitables”, pero no tanto

Opinion | 06 Ago El fuerte reajuste en las tarifas de UTE, desde el 1º de agosto, que llega a un nueve por ciento, al que se agregó hace pocas horas el de los combustibles en un promedio de poco más del 6 por ciento, tendrá seguramente efecto negativo de arrastre sobre la economía y a la vez sobre los otros energéticos, teniendo en cuenta que se trata de un componente significativo en los costos de producción y funcionamiento de las empresas, sin olvidar al transporte.
Claro, puede decirse que estamos ante una corrección inevitable en el segundo de los casos, teniendo en cuenta nuestro carácter de país importador del cien por ciento del petróleo que consumimos y el hecho de que ha continuado en aumento, aunque con altibajos, el precio internacional del crudo, en tanto el dólar es la única variable que más o menos se ha sostenido.
Pero no estamos precisamente ante un esquema puro de componentes de valores de importación y refinado, desde que es notorio que Ancap, empresa monopólica, tiene costos exacerbados y no resistiría un solo día en régimen de libre competencia, si se tiene en cuenta que tiene más funcionarios que los que necesitaría el sector privado, tiene baja productividad por su gestión estatal y su funcionamiento responde a la inercia propia del Estado.
Pero además, por ser monopólica, puede darse el lujo de aplicar tarifas a su antojo y con los ingresos extra financiar por ejemplo el déficit crónico que tiene en la elaboración de cemento portland, que mantiene desde hace varios años números en rojo por su ineficiencia y falta de inversiones pero también por la gestión a cargo del Estado, con baja productividad, exceso de funcionarios y funcionamiento pesado, además de una gran burocracia.
Como si esto fuera poco, le ha agregado la aventura de ALUR en Bella Unión, hacia donde ha volcado una inversión de no menos de 60 millones de dólares que todavía no ha comenzado a tener retorno y nadie sabe si algún día ese dinero de todos los uruguayos les será devuelto de alguna forma, y lo que es peor aún, si no continuará esa sangría de dinero para subsidiar el emprendimiento, sin término. Es decir que todas estas pérdidas están incluidas en el sobreprecio de los combustibles que pagamos todos los consumidores, por lo que su costo sería mucho menor si la empresa monopólica fuera más o menos eficiente y no tuviera además que solventar otras aventuras empresariales, en las que no debería participar bajo ningún concepto.
En el caso de UTE, la cosa va por otros carriles porque no tiene empresas colaterales, pero en cambio estamos asimismo ante una empresa monopólica y que por lo tanto puede ser ineficiente –lo es, por supuesto-- sin tener que perder clientes por ello, dado que no hay competencia privada que la deje en evidencia.
Ante la falta de agua en los embalses, el organismo está comprando electricidad a países vecinos, fundamentalmente Brasil, pero naturalmente mucho más cara que la hidroeléctrica y hasta que la térmica.
Es decir que el gran gasto está en el plus de electricidad que se requiere en los días pico, sobre todo, lo que indica que sería una medida muy positiva reducir este impacto de sobrecosto abatiendo el consumo superfluo, lo que permitiría además preservar los embalses para cuando realmente haya necesidad y se esté sin margen de reservas.
Por supuesto, en nuestro país quien más malgasta energía eléctrica es el Estado, desde que en sus dependencias se está muy lejos de racionalizar el gasto, desde que la factura la pagamos todos los uruguayos y no duele en el bolsillo de quien hace este mal uso del recurso.
Sin embargo, no se aplicaron en su momento las restricciones en el gasto de electricidad en el área estatal --tampoco ahora-- como incluso habían solicitado asociaciones de grandes consumidores, en procura de obtener una tregua en las tarifas por vías de comprar menos cantidad de electricidad cara a los países vecinos.
De haberse actuado de otra manera, posiblemente no habría sido necesario aplicar este oneroso reajuste, pero nuevamente se fue en extremo prescindente u optimista, y las consecuencias las estamos pagando todos los consumidores con este reajuste leonino, en otro aporte más en la sarta de desatinos de “nuestras” empresas.


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