Paysandú, Lunes 10 de Agosto de 2009
Opinion | 10 Ago Sostienen, con razón, que la política es el arte de lo posible y muchas veces la capacidad del hombre político se mide en como se las arregla para justificar lo injustificable, cuando en el gobierno hace lo que criticó duramente desde la oposición y hace cabriolas para no quedar “pagando” ante la opinión pública, para lo cual suele apelar a retorsiones, “latiguillos” y eslóganes, cuando no a cruzar reproches con sus adversarios para tratar de dejarlo en blanco y ver cuál es el que al fin de cuentas queda como más confiable.
En su momento, cuando ejercía el cargo de ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, José Mujica renegó airadamente de la burocracia estatal que no le permitía atender con la celeridad que pretendía a productores afectados por inundaciones, como luego lo fueron por la sequía, al punto que la ayuda llegó tarde, mal y nunca, porque la medida que se adoptaba en las máximas jerarquías se iba perdiendo en los mandos medios y trámites propios de la burocracia estatal.
Pero este aspecto no era a la vez tenido en cuenta cuando ejercía la oposición, y las mismas falencias que luego le complicaron la existencia fueron consideradas en su momento como falta de voluntad política e ineficacia del gobierno de turno, cuando la realidad es mucho más compleja y resiste los embates del más pintado.
A la inversa, quienes hoy están en la oposición cuestionan al gobierno por no tener agilidad y capacidad de repuesta a determinados requerimientos, muchas veces sin medir que en el ejercicio del poder se encontraron con obstáculos que hoy no valoran del otro lado del mostrador. Este es solo uno de los ámbitos en que se pone de manifiesto una ambivalencia que en todos los casos trata de arrastrar agua para el molino propio, y que al fin de cuentas, a quien trata de observar el escenario político sin vendas partidarias le genera descreimiento y mucho más aún: absoluta desconfianza en la palabra que se empeña.
Por cierto que en gran medida el respaldo mayoritario que obtuvo la Administración Vázquez en las urnas para acceder al gobierno lo logró en base a promesas de hacer política por lo alto y renegando de los “viejos vicios” que pusieron en práctica los partidos tradicionales, como es el caso del clientelismo y los amiguismos que han desvirtuado el acceso a los cargos públicos y a puestos en organismos del Estado, en base a la condición de pertenecer al mismo partido, sin tener en cuenta la capacidad y formación para su desempeño.
Este fue precisamente uno de los puntos puestos de manifiesto como valores fundamentales en la plataforma política del Frente Amplio, en los que seguramente la ciudadanía confió, pese al mal antecedente de la Intendencia Municipal de Montevideo, donde las respectivas direcciones fueron repartidas invariablemente por estricta cuota política, privilegiando la distribución de poder dentro de la fuerza política para evitar disputas, pero no para la mejor prestación de servicios a la ciudadanía.
Pero en el ejercicio del gobierno nacional este criterio se ha mantenido, pese a la premisa preelectoral de “los mejores hombres para cada cargo”, y fue así que la gran mayoría de los ministerios se entregó a los cabezas de sector, sin buscar aptitudes para ejercer las funciones, al punto que cuando por razones de fuerza mayor y decisiones políticas cesaron algunos de los ministros y subsecretarios, los sucesores se eligieron con los mismos criterios de cuotificación.
No puede obviarse que el Frente Amplio ha puesto de relieve en el gobierno los mismos vicios que tanto criticó desde el llano, y es así que candidatos que perdieron sus bancas fueron designados como directores de empresas públicas o para alguna embajada, sin formación para el cargo, por supuesto, para el que aprendieron lo elemental sobre la marcha.
Paralelamente, familiares y amigos de dirigentes de la coalición de izquierdas ocupan cargos de confianza en la administración, solo por el “mérito” del parentesco y/o amiguismo, y encima se ponen al desnudo cada vez con mayor frecuencia los típicos casos de corrupción a partir del ejercicio del poder, como es últimamente el caso del Hospital Maciel, donde apenas se ha descubierto una parte del iceberg, pese a que desde el gobierno se ha estrechado filas en procura de disimular lo que ya no puede ocultarse por mucho más tiempo. A la vez, se mantuvieron y hasta aumentaron los puestos de confianza en toda la administración, con cargo al bolsillo de todos los uruguayos y sin lograr en cambio ninguna mejora en la gestión, lo que reafirma que los hechos son los que cuentan y que una acción vale más que mil palabras, por más que se repitan los viejos eslóganes de siempre, cada vez más huecos de contenido y de realidad.
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