Paysandú, Miércoles 12 de Agosto de 2009
Opinion | 05 Ago En reciente discurso ante el Comité Central del gobernante Partido Comunista, el presidente cubano Raúl Castro señaló que la crisis internacional obligará al gobierno de la isla caribeña a recortar una serie de gastos que incluyen áreas hasta ahora intocables como la educación, la salud y la vivienda, entre otros sectores que el régimen marxista ha sostenido como buque insignia.
Claro, este es fundamentalmente un aspecto que apunta a la justificación en el ámbito internacional, ante un régimen que se ha demostrado inviable, desde que la propia concepción es imposible de mantener si no se encara a través de subsidios que lleguen desde el exterior.
Y ello ocurre así porque la organización de este régimen colectivista, como lo fue el de la Unión Soviética y los países de la ex Cortina de Hierro, se derrumbaron por no resultar sostenibles en una concepción que pretende igualar hacia abajo, promoviendo la mediocridad y la explotación colectiva sin distinguir que la productividad y el estímulo individual para producir son indisolubles a la condición humana.
El acceso de Fidel Castro al poder, cuando tras su campaña de la Sierra Maestra derrocó al dictador Fulgencio Batista, despertó expectativas de llevar a los cubanos a sacudirse el yugo de una dictadura e ingresar por fin en una democracia, para encontrarse con que salieron de la sartén para caer en las brasas, desde que se instauró una dictadura que pretendió ser similar a la de la ex Unión Soviética, con algunas particularidades propias de la isla, y a la vez aprovechar la cercanía con Estados Unidos para establecer un satélite en las barbas del “imperio”, incluyendo la posterior instalación de misiles y sofisticado armamento.
En realidad Castro condicionó la citada instalación de armas al apoyo económico de la ex Unión Soviética, que le vendía todo el petróleo que necesitaba a precio de costo, y a la vez le compraba el azúcar por encima del precio internacional, lo que significaba un subsidio directo de miles de millones de dólares para sostener la economía cubana.
Ello se agregó a transferencia de tecnología, importación de vehículos y maquinaria, así como incorporación de infraestructura, pero sin promover el desarrollo del país y sacarlo de la pobreza.
El “negocio” soviético era promover a Cuba como portaestandarte del socialismo real, pero cuidándose muy bien de divulgar que la isla funcionaba, dentro de sus limitaciones, porque le transfería cuantiosos recursos. Por supuesto, a cualquier país que recibiera semejante inyección de dinero le hubiera sido posible tener buena calidad de vida e incorporar infraestructura que permitiera sentar las bases para desarrollarse y captar inversión, pero las cosas no funcionaron así en Cuba, que en su intento de difundir la revolución tampoco vaciló en exportar la lucha armada, como fue el desembarco del Che Guevara en América Latina y promover acciones similares en Africa. Por supuesto, este esquema pudo más o menos sostenerse mientras la URSS le transfería recursos, pero todo se vino al suelo en un abrir y cerrar de ojos cuando se derrumbó la nación soviética, y Cuba quedó librada a su suerte, es decir colgada del pincel, por su incapacidad de autosostenerse.
No puede extrañar por lo tanto que ya desde mucho antes de la crisis internacional, pero ahora con esta coyuntura adversa, el régimen cubano haya visto agravar su situación económica, y se haya quedado rezagada en cuanto a generar innovaciones del tipo de las que han encarado regímenes como China y Vietnam. Estos se han abierto a la inversión, utilizan su fuerza laboral barata para salir al escenario internacional con sus productos, y con ello han mejorado las condiciones de vida de sus pueblos, sin llegar a la de los países desarrollados, pero por lo menos mucho mejor que la pobreza ”igualitaria” que tenían.
Y aunque China le está tirando cabos a Cuba para intentar asistirla mientras tanto, el punto es que la isla caribeña no puede sostenerse sin subsidios externos por su inviabilidad, y ello explica recortes nada menos que en las áreas en las que ha hecho gala de sus presuntos éxitos, lo que reafirma que no hay nada gratis en el mundo ni engaño que pueda “venderse” cien años.
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