Paysandú, Miércoles 12 de Agosto de 2009
Opinion | 12 Ago El líder de la revolución cubana y ex presidente Fidel Castro se ha unido, en las últimas horas, a las voces surgidas en países latinoamericanos contra la eventual instalación de bases de Estados Unidos en Colombia, que serían destinadas a combatir los carteles del narcotráfico en este país, que tiene puentes con naciones vecinas como Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Castro, en un artículo publicado en Granma, el vocero del partido, el gobierno y el Estado en Cuba, donde hay un único partido autorizado, expresó que los argumentos utilizados para el establecimiento de las bases aeronavales en Colombia son un insulto a la inteligencia, y que su verdadero objetivo es el control de los recursos económicos, el dominio de los mercados y la lucha contra los cambios sociales.
En este nuevo artículo titulado “Las bases yanquis y la soberanía norteamericana”, que fue conocido este lunes, Castro afirma que el argumento de la lucha contra las drogas es un pretexto para establecer bases militares en todo el hemisferio y preguntó “¿desde cuándo los buques de la IV flota y los aviones modernos de combate sirven para combatir las drogas?”.
Enfatiza asimismo que “si como consecuencia de tales acuerdos promovidos de forma ilegal e inconstitucional por Estados Unidos cualquier gobierno de ese país utiliza esas bases para provocar un conflicto armado entre dos pueblos hermanos, como hicieron Reagan con la guerra fría y Bush con la de Irak sería una gran tragedia”.
Los lineamientos de Castro son compartibles como principio general, por supuesto, más allá de que la decisión del gobierno colombiano en este sentido reviste carácter soberano, pese a sus implicancias. Y este es precisamente el punto, desde que el establecimiento de bases de otro país, por más aliado que sea, no deja de ser una renunciación de soberanía, y a la vez representa un factor de rispidez y de eventual confrontación con naciones vecinas, sobre todo cuando conviven regímenes que de por sí mantienen una relación muy delicada, por decir lo menos.
Además, aunque el presidente colombiano Alvaro Uribe ha salido a explicar a los países de la región los motivos por los que su país estaría dispuesto a autorizar la instalación de bases, sus argumentos resultan poco convincentes en una época en la que existe un espionaje satelital muy avanzado, de altísima tecnología, que permite detectar hasta los mínimos movimientos en cualquier lugar del mundo y mucho más aún en zonas tan especiales como Colombia, cuna del narcotráfico.
Además, Estados Unidos haría muy bien en establecer mejores controles en su propio territorio para combatir este flagelo, que para lucrar necesita de varias partes, es decir de los productores, los traficantes y los consumidores, y precisamente será muy difícil combatir realmente este trasiego si se mantienen intacta la demanda y la red interna de distribución.
Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, como bien reza el dicho. Castro se agravia por la instalación de las bases de Estados Unidos en otro país, y a la vez, pese al tratado que trató de legitimarlo, sigue reclamando ante el hecho de que el gran vecino del norte tenga en la isla la base de Guantánamo, producto de la ley del más fuerte en un contrato de por vida acordado desde el fin del régimen colonial de España.
Ocurre que, como en tantos órdenes de la vida, nuevamente se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, si recordamos que en plena guerra fría, poco después de instalada en el poder la revolución cubana que encabezó en 1959, Fidel Castro se entregó de pies y manos a uno de los protagonistas, la Unión Soviética, y como país satélite del régimen comunista permitió bases soviéticas en territorio cubano, en las que los rusos tenían en proceso instalar un sistema de sofisticados misiles de última tecnología y de tal alcance que le permitían alcanzar sin problemas objetivos estratégicos dentro de Estados Unidos.
Las bases y el armamento fueron retirados en 1962, cuando el entonces presidente John F. Kennedy dispuso el bloqueo marítimo a la isla y demandó el desmantelamiento de los misiles, lo que la ex URSS cumplió luego de que durante varios días el mundo estuviera en vilo ante la posibilidad de que estallara la temida guerra nuclear.
El tan “pacifista” Fidel Castro fue desencadenante de este conflicto y el gran artífice de que se instalaran estas bases, que evidentemente eran instrumento del imperialismo soviético en el continente y, naturalmente, factor de conflicto en América Latina y el mundo, como seria amenaza para la paz mundial.
Y esto también debe sopesarse a la hora de evaluar conductas, porque los imperialismos son eso, imperialismos a secas, y no se dividen entre buenos y malos, como pretende todavía hacer creer el ex dictador cubano.
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