Opinion | 12 Ago De acuerdo a la información propocionada por el director general del Departamento de Obras, Marco García, actualmente la planta de asfalto de la comuna produce entre 600 y 700 toneladas de asfalto por mes, suficientes para cubrir el equivalente a unas 10 a 12 cuadras de pavimento.
Sin pretender desacreditar los dichos del director general, nuestra percepción dista mucho de las estadísticas que él maneja, por cuanto de ser este un promedio sostenido en el tiempo sería de esperar que buena parte de la ciudad contara con pavimento nuevo, lo que no se aprecia ni por asomo.
Esta valoración se basa en experiencias anteriores, por cuanto según consta en nuestros archivos solo desde octubre de 1996 a febrero de 2000 recibieron tratamiento de carpeta asfáltica 600 cuadras, a un promedio de 16 por mes. Pero en aquel entonces el avance era evidente, alcanzando casi todas las arterias céntricas y buena parte del radio suburbano. Esto es fácil de comprobar ya que la gran mayoría de estos recapados –que abarcan desde el puerto hasta bulevar Artigas y desde avenida Soriano hasta avenida Salto— tienen la característica de haber sido realizados sobre el tratamiento preexistente y no cubren toda la superficie de la calzada sino hasta unos 50 centímetros del cordón, y aún hoy se mantienen.
Debemos reconocer, sin embargo, que las pocas calles que hemos visto arregladas por la actual administración, están mejor hechas, dado que no solo abarcan toda la calzada sino que no es un simple riego sobre el bitumen anterior –que así crece en altura y provoca serios inconvenientes, como hemos reclamado desde un principio en que se adoptó este mecanismo--, pero también es cierto que si comparamos aquella revolución del asfalto a los tiempos de hoy, la mencionada producción actual de la planta no guarda relación alguna. Esta escala se distancia aún más al agregarle 25 cuadras de carpeta asfáltica efectuadas en aquel período en poblaciones del interior departamental, y las 14.000 toneladas de asfalto extra enterradas en el aeropuerto. Más allá de las comparaciones –que tanto gustan a esta intendencia en sus “cuentas claras”--, el problema es que el atraso en infraestructura vial se paga a largo plazo, cuando todo comienza a colapsar por imprevisión en el urbanismo o simplemente deterioro por uso de los pavimentos, los que igualmente hasta ahora lo han soportado bastante bien.