Paysandú, Domingo 16 de Agosto de 2009

Activistas encerrados en su delirio

Opinion | 13 Ago Mientras continúa cerrado el puente “General San Martín” por decisión de los activistas de Gualeguaychú y se está esperando que llegue a sus instancias finales el juicio en la Corte Internacional de La Haya –que los activistas ya anunciaron no respetarán si es un fallo adverso a sus intereses-- se ha continuado trabajando de este lado del río en el monitoreo del río Uruguay y del aire en la zona de la empresa Botnia, a efectos de determinar los niveles de contaminación.
Como se esperaba, los análisis han dado resultados alentadores y en todos los casos tanto las aguas del río Uruguay como la calidad del aire no entrañan ningún peligro para las poblaciones ribereñas, mal que le pese a los activistas que estaban pronosticando situaciones catastróficas y una degradación perversa del medio ambiente en toda la zona.El monitoreo del tercer semestre (enero-junio) sobre el funcionamiento de la planta, dispuesto por la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) dio en realidad como resultado la continuidad en los parámetros de las mediciones anteriores, que demostraban que todos los niveles de contaminación y de eventual daño ambiental están por debajo de los mínimos estipulados.
Así, los estudios de agua incluyeron características de una amplia gama como temperatura, nivel de PH, oxigenación, turbiedad y presencia de coliformes, lo que demostró que el río Uruguay está más limpio frente a Botnia que frente al colector municipal, en otro elemento contradictorio que solo se explica en la omisión que durante décadas ha puesto de relieve el organismo en cuanto al tratamiento de los efluentes cloacales en las ciudades litoraleñas.
A nivel mineral, se midieron los niveles de magnesio, material en suspensión, nitratos, boro y bifenilos policlorados, con registros que dieron en todos los casos por debajo de los mínimos nacionales, sin que a la vez hubiera registros medibles de dioxinas ni de furanos.
En lo que respecta al aire, la situación fue similar a los registros del agua, debiéndose tener en cuenta que una de las principales críticas de los opositores a la instalación de la planta de celulosa se centra en las presuntas consecuencias negativas de su actividad por la expulsión de dióxidos de azufre, producto de la quema de fuel oil y gasoil de la planta. Precisamente el monitoreo de la Dinama indicó que estas emisiones están muy por debajo del “piso” que marca la normativa.
Claro, los activistas de Gualeguaychú, agoreros de desastres ecológicos y de consecuencias catastróficas para todo el ecosistema por el funcionamiento de la planta, no están dispuestos a dar el brazo a torcer y consideran que los organismos de nuestro país, como seguramente la mayoría de los uruguayos, estamos “comprados” por la multinacional, al punto de permitir la afectación del medio ambiente con tal de mantener la inversión.
El punto es que lamentablemente estamos frente a fundamentalistas que en sus extremismos han arrastrado a parte de la población de su ciudad, pero que no son tan delirantes como para permitir que la gente de Gualeguaychú se pronuncie libremente sobre si se mantiene o no el bloqueo del puente internacional, al punto que destrataron a los periodistas argentinos que en su momento promovían un plebiscito para que el pueblo de Gualeguaychú se pronunciara sobre el tema, logrando desbaratar la consulta. Incluso en su fanatismo se han negado a que organismos técnicos argentinos se integraran a la Comisión de Monitoreo dispuesta por la Dirección Nacional de Medio Ambiente, y esta es la única explicación del por qué no se ha articulado una comisión binacional de seguimiento de la actividad de Botnia, que sería precisamente un grupo de trabajo que ofrecería las máximas garantías al vecino país de que las cosas se hacen en serio y que Uruguay es el principal interesado en que Botnia no contamine.
Pero, claro, de ser así, los activistas se quedarían sin argumentos para seguir persiguiendo molinos de viento, sin eslóganes para pretender justificar que están luchando “por la vida”, cuando en realidad estamos ante fanáticos que han creado un escenario de fantasía apoyándose en sus fundamentalismos, sin atender razones y cerrándose a toda otra cosa que no coincida con lo que porfiada e irracionalmente pregonan.


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