Paysandú, Viernes 21 de Agosto de 2009

Entre frivolidades y doble discurso

Opinion | 17 Ago A medida que se acercan las elecciones de octubre y la campaña electoral gana en intensidad, el gobierno a la vez pierde en su integración y se va deshilachando en su elenco titular, porque varios secretarios de Estado y directores de entes autónomos y empresas, entre otros integrantes de la fuerza de gobierno, procuran revalidar respaldos electorales integrando listas a la diputación o al Senado.
A primera vista se trata de una decisión que no tiene nada de objetable, en el libre juego de la democracia, desde que se trata de comparecer ante el electorado haciendo gala de lo que entiende son méritos y logros al frente de las respectivas dependencias, pero la pregunta que corresponde hacerse, poniéndose del otro lado del mostrador, del ciudadano, es si esta forma de hacer política le sirve al país, y lamentablemente debemos asumir que la respuesta es negativa.
Es cierto, peor sería hacer política partidaria desembozadamente cuando se está al frente de un ministerio, como solía hacerlo la ex titular de Interior, Daisy Tourné --encima nada menos que al frente del ministerio político y por añadiduira destratando a los dirigentes de los partidos de oposición--, pero no por ello debe entenderse que lo menos malo es postivo o siquiera neutro.
El presidente Tabaré Vázquez había advertido y dado plazo a los integrantes de su gabinete respecto a la campaña electoral, para que renunciaran en caso de optar por postularse, como una forma sana de evitar que los titulares de las respectivas carteras directamente se desinteresaran de su gestión para abrazar la defensa de sus intereses personales o sectoriales en plena campaña, y esto debe valorarse como una decisión razonable.
Pero hemos ingresado a esta altura ya en la etapa del “desbande”, en el que no solo se dejan las carteras en otras manos, sino que a la vez se hacen “enroques” de ministros como en el ajedrez, y así tenemos que un canciller pasa a ejercer la cartera de Defensa como si fuera lo mismo, o el presidente de Ancap salta a ocupar el Ministerio de Industria cuando en realidad ya había sido improvisado en este cargo simplemente por cumplir con cuota política, y así sucesivamente.
Esta forma de hacer política, de poner un gobierno en piloto automático, aunque en teoría toda la responsabilidad es del presidente al que deben fidelidad sus ministros, es realmente perjudicial para el país, y este es un aspecto que no se quiere reconocer en el submundo de la política, porque al fin de cuentas, antes y después, todos los partidos han estado en lo mismo a la hora de defender sus intereses políticos.
Pero particularmente en este gobierno se han cambiado varios ministros, como si todo diera lo mismo. Tales desafectaciones se han dado sin que mediaran cuestionamientos parlamentarios, como en otras oportunidades, desde que el partido de gobierno, con sus mayorías parlamentarias, ha defendido regimentadamente a los ministros que han rendido cuentas ante el Poder Legislativo, con o sin razón.
El último caso notorio es el de la reciente interpelación a la ministra de Salud Pública, María Julia Muñoz, a quien los diputados oficialistas le otorgaron unánime respaldo sobre lo actuado en el controvertido caso de corrupción del Hospital Maciel, y por las dudas, también la respaldaron a “futuro”, lo que da la pauta de que primero está el defender los intereses del partido de gobierno y de quien lo representa en la oportunidad, antes que tener una evaluación objetiva en defensa de los intereses de todos los ciudadanos, en el manejo de la cosa pública.
Por lo demás, no debe perderse de vista que como nunca antes la Administración Vázquez distribuyó ministerios por cuotificación política en la persona de los líderes de cada sector y, por si fuera poco, pese a la promesa de elegir en todos los casos los mejores hombres para cada cargo, ha ejercido sin tapujos esta cuotificación. No solo en los ministerios, sino también en los entes autónomos y embajadas, premiando con cargos a quienes no pudieron renovar sus bancas, sin hacer mayor hincapié en su idoneidad para la función, por lo que en lugar del mejor hombre o mujer para el cargo, se hizo una rebatiña de premios consuelo, tal como lo han hecho los partidos tradicionales a lo largo de la historia, por cierto.
Por lo tanto, por encima de promesas, de cambios, de desgarrarse las vestiduras, los ciudadanos seguimos asistiendo a los mismos episodios de frivolidad de siempre en el escenario político, donde se habla mucho, se promete largamente y los hechos terminan poniendo en evidencia el doble discurso de quienes apuestan a la poca memoria y capacidad de discernimiento de los uruguayos.


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