Paysandú, Sábado 22 de Agosto de 2009
Locales | 16 Ago El IITA (Instituto Internacional de Agricultura Tropical) fue fundado en 1967 como organismo del CGIAR (Consultative Group on International Agriculture), alianza estratégica creada para fomentar el crecimiento agrícola sostenible a través del fortalecimiento de la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y la salud humanas, el aumento de los ingresos y la mejora de la gestión de los recursos naturales, e integrada por 21 países en desarrollo, 26 países industrializados, 4 copatrocinadores y 13 organismos internacionales que respaldan a 15 centros.
Hoy en día hay más de 8.000 científicos y miembros del CGIAR trabajando en más de 100 países del mundo (Filipinas, México, Colombia, Kenia, India, Nigeria, etcétera). Los conocimientos y otros productos derivados de la investigación se ponen a disposición de las personas y organizaciones que trabajan por el desarrollo agrícola sostenible en todo el mundo. En Ibadan, el IITA tiene una estación de unas 1.000 há. que ya desde el ingreso nos mete en otro mundo. Se accede, a través de una garita con guardias armados, a un inmenso jardín con palmeras, arbustos y flores que bordean un campo verde que sólo se interrumpe en los edificios. Hay escuela primaria, policlínica y hotel internacional con canchas de tenis y piscina, además de las casas para los científicos y sus familias y alojamiento para estudiantes de todo el mundo que vienen a realizar pasantías de investigación. También hay un campo de golf con 9 hoyos y una cancha de squash, especie de frontón que se juega con una pelota de goma dura. Solo los problemas de conectividad no te dejan olvidar que estás en Nigeria. Las casas son muy grandes, frescas y confortables, con generosos jardines que cada dueño arregla a su gusto. Hay lavadero, caseta de jardinero y dependencias de servicio más espaciosas e iluminadas que cualquier casa de Ibadan.
También hay un lago artificial de unas 5 há. de donde se saca el agua que se potabiliza para consumo. Por la orilla más alejada de las casas hay un pedazo de selva recuperada que puede ser recorrida por senderos abiertos. Hemos incursionado por tramos cortos y la variedad de plantas, luces y líquenes, cantos, mantillos y reflejos, árboles, graznidos y lianas desbordan la capacidad de discriminar, en tanto uno camina bajo una bóveda de follaje que parece contener miles de ojos invisibles.
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