Paysandú, Sábado 22 de Agosto de 2009

Un logro alcanzado entre todos los uruguayos

Opinion | 20 Ago En breve España se sumará a la pléyade de países que han endurecido sus legislaciones en procura de combatir el hábito de fumar en lugares públicos, desde que en la nación ibérica está todavía vigente una normativa atrasada respecto a la severidad de otros países en los que se ha penado con vigor esta adicción.
De acuerdo a lo manifestado por la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, el gobierno de su país se plantea prohibir fumar en los lugares públicos, hábito que aún es permitido en algunos bares y restaurantes, en una decisión que es alentada por sondeos que demuestran que la mayoría de los españoles es favorable a esta prohibición.
La secretaria de Estado expuso que “según las encuestas, el 70 por ciento de la población es partidaria de una prohibición total, porque a casi todo el mundo le apetece entrar en un lugar donde no le moleste el humo, y sobre todo a los empleados de la hotelería para que no se vean afectados”.
Precisamente el gobierno español aprobó una ley antitabaco, que entró a regir en 2006, menos restrictiva que en otros países europeos, que prohíbe fumar en lugares de trabajo y en los transportes públicos, pero no totalmente en bares y restaurantes, desde que los que tengan menos de 100 metros cuadrados de edificación pueden elegir entre permitir fumar o no, y los que tengan mayor superficie establecen áreas para fumadores.
La ministra a la vez citó el éxito de prohibiciones totales en lugares públicos, como establecen legislaciones de Irlanda, Italia o Turquía, lo que indica además que el mundo se encamina en esta dirección, por lo menos en cuanto a limitar la incidencia de una de las denominadas drogas sociales que sin embargo es cada vez más resistida por amplios sectores de la sociedad.
Y si bien es válida la referencia de la secretaria de Estado, felizmente en este tema específico los uruguayos no tenemos nada que envidiar al primer mundo, donde comenzaron a aplicarse desde hace ya muchos años las primeras medidas antitabaco, pero donde sin embargo al cabo de los años no han llegado al grado que se ha alcanzado en Uruguay por la decisión política puesta de manifiesto por el presidente Tabaré Vázquez, decidido luchador en la cruzada contra este hábito.
En nuestro país, primero por decreto y luego por ley, está vigente la norma que prohíbe fumar en lugares públicos y en ambientes cerrados, incluso en dependencias laborales, con lo que se ha contribuido de manera radical a eliminar un factor degradante del ambiente y de la calidad de vida de conciudadanos convertidos en fumadores pasivos y objeto de las molestias causantes por el humo del tabaco, incluyendo la impregnación de su ropa y otros elementos, además de afectar a pacientes crónicos respiratorios, entre otras consecuencias negativas.
En este tema específico, el mandatario ha sido fiel a sus convicciones y sobre todo a las concepciones que sustenta a partir de su actividad profesional como oncólogo, teniendo en cuenta las consecuencias nefastas de esta adicción sobre el organismo y su estrecha vinculación con ciertos tipos de cáncer.
Pero por más decisión y convicción que haya tenido el presidente, nunca hubiera logrado este objetivo si la enorme mayoría de la sociedad uruguaya no hubiera apoyado la norma, como efectivamente lo hizo, e incluso más allá de los aspectos punitivos de la ley no hubiera establecido una vigilante sanción social.
Es que, como es sabido, en nuestro país no basta con la sanción de una ley para resolver un tema sino que por el contrario la regla es que se presenten numerosos casos de transgresiones a las normas vigentes, porque simplemente no hay quien se encargue de hacerlas cumplir o de aplicar las sanciones correspondientes con la celeridad y severidad que cada caso requiere.
En cambio, con la ley antitabaco vigente el ciudadano se ha convertido en celoso custodio de que no se viole su derecho a 0respirar aire puro, en el ámbito que sea, y este es precisamente el secreto por el cual una ley cuyo cumplimiento podía ponerse en duda al principio, ha logrado una aceptación casi del cien por ciento, aunque siempre haya excepciones a la regla y “agujeros” por los que se cuelan quienes parecen sentirse realizados poniéndose por encima de las normas.
Este es un logro que Uruguay exhibe con legítimo orgullo, en un raro ejemplo en el que felizmente hemos logrado situarnos a la vanguardia mundial, en favor de nuestra calidad de vida, pero sobre todo para legar a nuestros hijos y nietos un mejor lugar para crecer, pese a tantas carencias.


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