Paysandú, Sábado 22 de Agosto de 2009
Opinion | 22 Ago A esta altura nadie puede dudar que el Seguro Obligatorio de Automotores (SOA), que entrara en vigencia el 9 de este mes es una norma que tiende a suplir, por lo menos parcialmente, una de las múltiples carencias que tenemos en diversas áreas en el país, en este caso en lo que refiere a responsabilidades civiles por lesiones causadas en accidentes de tránsito, que es un flagelo terrible de la sociedad uruguaya.
El hecho de que haya tenido que llegarse a imponer la obligatoriedad por esta vía de un seguro mínimo habla a las claras de la falta de conciencia y precariedad en que nos desenvolvemos los uruguayos, por cuanto un seguro contra terceros debería ser asumido como un costo ineludible a la hora de la compra de un vehículo, como es también el de la patente y su mantenimiento en buenas condiciones.
Pero en nuestra sociedad del más o menos, del todo vale y del que cada uno se arregle como pueda, se ha llegado a un extremo en el que a la selva en que se han convertido nuestras calles para la integridad física de conductores y peatones, se agrega la imposibilidad de reparación o indemnización a las víctimas para quienes no tienen un seguro o respaldo económico para afrontar las consecuencias de sus actos.
Aunque muy limitado, el SOA tiende a suplir parcialmente este déficit, y a la vez se aplicará gradualmente, porque significa costos para el común de la población que no habían sido previstos y, lo que es peor, también hay otros costos que no se quieren asumir. Precisamente estamos hablando de costos políticos por quienes deben controlar que se cumpla con este seguro, como son las intendencias municipales y el Ministerio del Interior, porque estamos ante un factor agravante que es la proximidad del acto electoral, y nadie quiere hacerse responsable por medidas que resultan impopulares cuando se toca el bolsillo del ciudadano. Pero nadie puede tener ninguna duda de que el seguro obligatorio es apenas el principio de lo que debemos hacer en favor del interés general, en este caso para atender las consecuencias, en tanto su generalización implicará un gradual abaratamiento con el paso del tiempo. Y lo que debemos hacer, sobre todo, es trabajar en la concientización y en el control del tránsito para que nuestras calles resulten más seguras, y no tengamos que lamentar a diario accidentes en los que se pierden vidas --la mayoría jóvenes-- que podrían evitarse simplemente con un poco de sentido común y asumiendo cada uno sus responsabilidades.
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