Paysandú, Viernes 28 de Agosto de 2009
Locales | 23 Ago Recordar la época de las grandes discotecas, hablar de la movida nostálgica, los “lentos” y bolas de espejos y no mencionar a José “Tico” Goldemberg y su inolvidable “Cheto’s”, representaría una omisión imperdonable. Este pionero en el negocio de “meter ruido” y verdadero fanático de la electrónica marcó una época en los bailes sanduceros de finales de los 70 y los 80. Aún hoy lo paran por la calle para preguntarle cuándo organizará un baile de la nostalgia”.
“Lejos del bochinche y las luces sicodélicas, el “Tico” Goldemberg, dedicado de lleno a su negocio de electrónica, recordó parte de su trayectoria de más de veinte años y la música que todavía suena en los boliches. “Arrancamos a ‘hacer ruido’ allá por el año 78, junto a unos amigos de la infancia”, relató. Era el tiempo de los amplificadores a válvula y los discos de vinilo, y, además, de grandes dificultades para conseguir el equipo y la música, ya que todo era menos accesible y no existía Internet. “Usábamos los discos de vinilo. Casetes había, pero no eran tan comunes todavía. Conseguir temas nuevos no era tan fácil como ahora, que podés bajarlos de Internet. La verdad que tenías que ‘matarte’ para tenerlos”
Hoy día, a través de una inversión relativamente pequeña es posible adquirir equipo de última generación, con una potencia de salida impensada para otras épocas. Los discjockey de los 70 y 80 eran la perfecta combinación de un experto en música, electrónica e ingeniería, porque todo se concebía en forma casi artesanal. Las bandejas de discos funcionaban en forma independiente y las luces eran secuenciales, que no hacían mucho más que prender y apagar, siempre asistidas por las infaltables bolas de espejos que, como todo, se fabricaban en forma casera.
“¡Si habremos pegado espejitos en una pelota!”, recordó “Tico” con entusiasmo. Goldember era capaz de transformar un puñado de circuitos en algo que sonara realmente bien. Un familiar le consiguió un pasadiscos, luego él consiguió otro y poco a poco fue armándose hasta ganarse un lugar en el incipiente mercado “discotequero”. “Los equipos de aquella época eran de 5 o 6 vatios y no de mil y pico como tenés que tener ahora”.
Sin apelar a equipamiento costoso, “Cheto’s” marcó época en cumpleaños, casamientos y con fines de semana ininterrumpidos en el Paysandú Golf Club y el Club Social Sanducero, con más de 1.500 personas en la pista. Una de sus principales características era la permanente interacción entre el discjockey y el público, pero además el respeto por las preferencias de la gente. En la pesada caja de discos convivían los “Creedence” y “Los Shakers” con “Katunga” y “Los Wawancó”.
“Fuimos de los primeros que trabajamos con animación a través de un micrófono”.
Todo cambia
Los años 80 quedaron atrás. La dinámica de los bailes cambió, desaparecieron ‘los lentos’ y las costumbres de la gente evolucionaron tan rápidamente como lo hizo la vestimenta y el peinado.
El rol del dijey también mutó y hoy, más que pincha discos, son hábiles operadores de recursos informáticos y archivos digitales. Para “Tico” Goldemberg, más allá de los cambios, el verdadero dijey es aquel capaz de “plantarse” frente a una bandeja y obtener buenas “mezclas”.
“El verdadero trabajo de discjockey es con los discos de vinilo. Además, el sonido de la púa hasta el día de hoy no fue superado”.
A principios de la década del 90, cuando el audio digital ya reclamaba su espacio, “Tico” Goldemberg y su mítica discoteca se llamaron a silencio y cedieron su lugar a la “sabia joven”.
Sin embargo, todo aquel que alguna vez salió a bailar en Paysandú guarda en su memoria una imagen de este inolvidable dijey y sus clásicos auriculares, más aún cuando se acerca una nueva edición de la Noche de la Nostalgia.
“Hasta el día de hoy, la gente me ve y me dice ¡Cheto’s! ¡Cheto’s!”
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