Paysandú, Viernes 28 de Agosto de 2009
Locales | 24 Ago Los días considerados en nuestro calendario como “patrios” se confunden con el término “feriados” porque en general cesa la actividad laboral cotidiana. Son días de conmemoración, es decir un recordatorio de aquellos hechos significativos de nuestra historia y que hoy de alguna manera “nos hablan” y nos sirven como reflexión.
Se acerca el 25 agosto, uno de esos días.
El tema de nuestra fecha de independencia ha sido siempre muy discutido. Los historiadores Gerardo Caetano y José Rilla llegan a sostener que “ningún país americano discutió como Uruguay la fecha de su independencia”. Varios motivos han tenido tal cuestión. En primera instancia, qué se entiende por “independencia”, porque podemos hablar de querer ser independientes, entonces aquí se ajustaría la fecha del 25 de agosto de 1825. Según otros, la independencia la reconoceríamos en la Convención de Paz de 1828, donde argentinos y brasileños con la mediación británica nos la otorgan. En tanto, el ser una República independiente, con nuestra Primera Constitución, sería a partir del 18 de julio de 1830. Pero el tema no quedaría saldado allí. La polémica a través de nuestra historia tendría otra visión, por la unión a las Provincias Unidas del Río de la Plata planteado el 25 de agosto de 1825, como consideración simbólica o real.
El Parlamento de 1923 fue el encargado de decidir la fecha del Centenario Patrio. Aquí entra el tema partidario a tallar. Las desavenencias entre el Partido Nacional y el Partido Colorado se debieron particularmente a tener en cuenta en esta importante decisión, a sus caudillos, es decir a Juan A. Lavalleja y a Fructuoso Rivera. La polémica y el debate que partir de allí se suscitó, lo tuvo como uno de sus puntos más álgidos.
Hay que tener en cuenta para ello las distintas posiciones que se iban perfilando: la opinión nacionalista o también reconocida como independentista, que consideraba que en el año 1825 surge el Estado Oriental como Estado Soberano, producto de una voluntad y sentimientos de nación maduros en 1825, gestados en el período colonial y en la Revolución. Posición de la cual han sido exponentes en nuestra historiografía Juan Zorrilla de San Martín, Francisco Bauzá, Pablo Blanco Acevedo y el sanducero Juan Pivel Devoto. Por otro lado, la opinión unionista, autonomista o también llamada disidente, que consideraba al Uruguay como estado independiente y soberano, que no surge en 1825, sino como una consecuencia de factores exógenos, en forma directa o indirecta, como lo es en particular la influencia británica. Posición que ha sido representada por Eduardo Acevedo, Eugenio Petit Muñoz y los historiadores contemporáneos Washington Reyes Abadie y Oscar Bruschera. Sin olvidar que dentro de cada una de estas posiciones se encuentran matices. La función del historiador es transmitir los hechos del pasado, manejando hipótesis sustentadas con argumentos y pruebas para que cada sociedad en forma individual o colectiva tome la posición que encuentre más satisfactoria.
El año 1825 posee hechos históricos nacionales de relevancia. Hechos militares y políticos que por sí mismo son trascendentales y que juntos convierten a ese año, junto con 1811 y 1830, en los más significativos de la etapa revolucionaria oriental. Los hechos militares son la “Cruzada Libertadora” o que la tradición ha denominado de “los Treinta y Tres Orientales”, que desembarcó en el territorio oriental el 19 de abril --en verdad, “ni treinta y tres, ni todos orientales”-- comandados por Lavalleja y Oribe y las Batallas de Rincón y Sarandí, victorias orientales sobre los brasileños, de la mano de Rivera y Lavalleja. El hecho político, como la Asamblea de la Florida, que el 25 de agosto, proclama las tres leyes fundamentales de Independencia, Unión y Pabellón de la Provincia Oriental con las no tan “menores” como la de libertad de vientres -el primer escalón a la liberación de los negros esclavos- que ponen a nuestra sociedad en las primeras de América como abolicionistas de la esclavitud. Una demostración más de nuestro respeto a los derechos humanos desde nuestros inicios revolucionarios.
Aquí es oportuno recordar otro hecho del año 1825, en este caso en territorio de Paysandú, que lo conocemos bajo el nombre de “el cañoneo de Casa Blanca”, acción que determinó la detención del avance brasileño por el río Uruguay. El 3 de diciembre se instaló la batería oriental -dos cañones- más o menos a unos 300 metros al sur de la Casa Blanca de Almagro, en una altura que se enfrenta a la punta sur de la isla Almirón. Un lugar privilegiado desde el que hoy se puede apreciar las ciudades de Paysandú y Concepción del Uruguay, a ambos extremos del río común. El 5 de diciembre fue avistada la goleta “la Oriental”, de 10 cañones, nave capitana de la escuadrilla imperial brasileña del río Uruguay, que al ser cañoneada y averiada por la artillería oriental, bajo las órdenes del piamontés Vicente Virgilio, fue obligada a retirarse río abajo junto a otras embarcaciones de igual bandera brasileña, por lo que se convirtió en una pieza militar estratégica y fundamental para el posterior triunfo de Ituzaingó.
Volviendo a lo del inicio de este artículo, ¿hoy de qué nos habla el 25 de agosto de 1825? Solo nos basta recordar aquella expresión de la Ley Fundamental de Independencia: “declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de incorporación, reconocimiento, aclamaciones y juramentos, arrancados a los pueblos de la Provincia Oriental…”, para más adelante agregar “En consecuencia de la antecedente declaración, reasumiendo a Provincia Oriental la plenitud de los derechos, libertades y prerrogativas inherentes a los demás pueblos de la tierra, se declara de hecho y de derecho libre e independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil y de cualquier otro del universo, y con amplio y pleno poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su soberanía estime convenientes”, que demuestran un firme propósito de los orientales: no estar sometidos al poder extranjero. Libertad es la palabra clave. La libertad como un requisito imprescindible sin el cual la vida en forma individual y colectiva no vale la pena ser vivida.
Prof. María Julia Burgueño
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