Paysandú, Sábado 29 de Agosto de 2009
Opinion | 23 Ago No caben dudas que en lo que respecta a la red de iluminación pública, Paysandú ha venido creciendo en forma sostenida desde hace al menos 30 años, cuando presentaba un profundo déficit. En aquellos tiempos prácticamente las únicas calles que contaban con luz de mercurio eran las más céntricas, como por ejemplo 18 de Julio hasta Uruguay hacia el norte e Ituzaingó hacia el sur; más allá de eso dominaba la penumbra, con alguna lámpara de tungsteno amarillenta al descubierto en el centro de cada cruce de calles, que apenas servía de referencia para los peatones.
Fue por esta carencia que durante el gobierno departamental del Arq. Walter Belvisi se implementó un plan de iluminación a mercurio que en principio abarcaba todo el entorno entre las avenidas, algunas vías importantes de acceso y hacia los barrios periféricos como el Paycap, con un foco cada 50 metros o cada 100 en zonas más alejadas. Ello introdujo un gran impulso, que junto con la apertura de numerosas calles y tendido asfáltico fuera del radio de avenida Soriano, Bulevar Artigas y avenida Salto, abrió la ciudad para el desarrollo urbano.
Cumplida esta primera etapa, las siguientes administraciones multiplicaron la cantidad de picos de luz, con una cobertura total en todas las vías importantes, incluso en paseos públicos. Pero en determinado momento, hace unos años, comenzó a priorizarse el ahorro por sobre la cobertura, y es así que las lámparas de 400 watts de potencia fueron sustituidas por otras de 250 y 150, lo que significó volver a las penumbras. Afortunadamente la tecnología permitió revertir parcialmente esta tendencia, al aparecer en el mercado lámparas más eficientes que tentaron a las autoridades locales a incorporarlas para así reducir la factura de UTE.
Pero lamentablemente seguimos sin asumir que una buena iluminación en la vía pública no solo hace a la seguridad sino que también influye en los estados de ánimo de la ciudadanía, además de que aumenta sensiblemente el movimiento comercial y turístico. En Colón parece que esto lo tienen muy claro, como se puede observar en avenida San Martín por ejemplo, que a los castigados ojos de los sanduceros que la visitan aparece llena de vida y luz durante la noche. En contraste, nuestra principal arteria luce triste y mortecina, con una iluminación que no condice con su importancia. Asimismo los principales accesos fueron sacrificados, por lo que no invitan al viajero a visitarnos. Sería bueno que nuestros gobernantes también se den cuenta de la importancia de una buena iluminación y reviertan esta espiral negativa de ahorro y penumbras.
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