Paysandú, Martes 01 de Septiembre de 2009
Opinion | 26 Ago Hace pocos días llegó a Paysandú, de paso rumbo a Montevideo, una marcha conformada por delegaciones de organizaciones como la central sindical Pit Cnt, el movimiento de cooperativas de vivienda por ayuda mutua Fucvam y la gremial de pasivos Onajpu, entre otras, para promover una denominada “Operación Memoria”, que básicamente apunta a “recordar” a los uruguayos las que a su juicio son consecuencias negativas de políticas neoliberales de la década de 1990.
De acuerdo a lo manifestado por los dirigentes que lideran la movilización, se trata de encolumnar a la mayor cantidad posible de votantes en las elecciones del 25 de octubre en favor del actual gobierno, por considerar que en los anteriores se impulsaron políticas contrarias al interés de los trabajadores, además de pronunciarse contra la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado y en favor del voto consular, que serán plebiscitados en forma coincidente con estos comicios.
Lamentablemente, se reafirma que la central sindical y otras organizaciones siguen ancladas en la década de 1960, repitiendo los mismos eslóganes que apelan a la lucha de clases, por lo que nos encontramos con este trasnochado intento de considerar como enemigo de la “clase trabajadora” a todo aquel que no vote o no haya votado a la coalición de izquierdas, a la que (¡oh, casualidad!) pertenecen todos los dirigentes que integran la marcha, incluyendo a algunos que lo hacen en calidad de legisladores o en otros puestos de responsabilidad política.
Quiere decir que lejos de una movilización de integración democrática y pluripartidaria, estamos ante una concentración de neto cuño oficialista que intenta arrimar agua para el molino del actual gobierno, cual lavado de cerebro al ciudadano común, pretendiendo hacer ver como antipatriota o vendido a la burguesía y a la clase dominante a quien no piense como ellos.
Y no se trata de restar legitimidad a ninguna manifestación que se intente en el libre ejercicio de las libertades de que felizmente gozamos los uruguayos, sino que lo que corresponde es que cada uno lo haga en el ámbito y la representatividad que invista, sin adoptar decisiones por otros a los que se dice representar y a quienes no se consulta con todas las garantías para su libre expresión.
¿O ignoran estos dirigentes que los trabajadores y los cooperativistas, así como los pasivos, no pertenecen ni pertenecerán nunca a un único partido, porque tienen la suficiente capacidad de discernimiento como para razonar y pensar por sus propios medios, sin agitadores ni intérpretes iluminados que les digan lo que tienen que hacer? Pero además no hace falta irnos tan lejos en la geografía, ni hasta antes de la caída del Muro de Berlín –esta parte de la memoria tan ignorada a propósito-- porque incluso en la década de 1990, en la que también hubo problemas, naturalmente, la riqueza del país estaba mejor distribuida que ahora, según los parámetros macroeconómicos, aunque siempre estemos ante elementos subjetivos y cada uno hable según le va en la feria.
Los dirigentes sindicales, como de la gremial de pasivos y de la federación de cooperativas están en su derecho de hacer política en forma personal, como corresponde a una democracia, y como hacen a la vez dirigentes de gremiales empresariales, porque todo uruguayo tiene su corazón político, pero una cosa es esta actitud y otra muy distinta pretender representar a todos los que integran determinado sector y actuar como intérpretes de esta voluntad.
Estos delirios de dirigentes mesiánicos le hacen profundo daño al país, al pretender que los por ellos “representados” sean poco menos que un rebaño al que se puede hacer caer fácilmente en un corral de ramas con un simple ademán o eslóganes repetidos hasta el hartazgo, para que la mentira dicha una y otra vez termine cayendo como verdad entre los ciudadanos más desprevenidos o desinteresados en la política.
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