Paysandú, Martes 01 de Septiembre de 2009
Opinion | 27 Ago Pecaríamos de extremadamente pacatos al pretender que nuestra clase política, tradicionalmente impregnada de un fuerte sentido democrático, no evolucionara en función de los cambios que día a día sacuden al mundo; manteniéndose de espaldas a nuevas formas de comunicación, más eficaces al momento de atraer voluntades. En este contexto de cambios hemos asistido al nacimiento del proselitismo a través de la red informática, ya sea en espacios cibernéticos como blogs o páginas digitales, o mediante las cada día más populares redes sociales como Facebook, donde, más allá de algún exabrupto, actores políticos y jerarquías gubernamentales han sabido expresar ideas e impulsar proyectos.
Esta verdadera revolución en la forma de hacer política, también invade medios más tradicionales de comunicación, como diarios y televisión, donde la creatividad de las agencias publiciarias se pone de manifiesto en forma de novedosos spots o pautas en las que los políticos “se quitan la corbata” para promover una imagen más cercana al electorado.
Sin embargo toda evolución tiene su aspecto negativo, ya que en ese afán por dejar de lado antiguas formas de transmitir ideas y obtener ventajas sobre sus ocasionales contendientes, muchos políticos están apelando en demasía a la alusión personal, el agravio y la chabacanería, transformando la campaña electoral en una suerte de circo al que no todos estamos dispuestos a asistir.
Los mítines en los que se presentaban proyectos y se debatían ideas están cediendo su lugar a expresiones más emparentadas con un mal programa de farándula argentino que a un ejercicio democrático. Tal vez muchos sectores políticos estén convencidos de que un porcentaje mayoritario del electorado puede ser influenciado con este tipo de prácticas, pero deberían –en vez de reeditar viejas confrontaciones- recordar la ejemplar tradición democrática que caracteriza a nuestro país. La gente reclama ideas y proyectos, pero rechaza que se le falte el respeto con un debate vacío y “politiquero”. Las urnas seguramente reflejarán el error que muchos insisten en cometer, olvidándose del verdadero soberano de nuestra democracia.
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