Paysandú, Jueves 03 de Septiembre de 2009
Opinion | 28 Ago Se presentó ayer en el plenario de la Cámara de Diputados un proyecto de Ley que modifica la legislación referente a la protección de las personas discapacitadas. La iniciativa ha generado resistencia en el Plenario Nacional de Organizaciones de Personas con Discapacidad, aunque el diputado del Frente Amplio Pablo Álvarez aseguró que “desde el punto de vista legal no hay ninguna alteración sustantiva al proyecto” y fundamentó que el proceso responde a una necesidad “técnica legislativa” para no superponer las actualizaciones de un proyecto con otro.
El real compromiso de la sociedad y el país para ameritar los espacios de protección y atención a los discapacitados no se logra a través de una, dos o tres leyes referidas al tema. La existencia de una ley, si bien permite una mirada más atenta y promover situaciones que atiendan las necesidades específicas, dista mucho de anclar acciones que impacten en la realidad.
Está bien que Plenadi defienda “el espíritu, la esencia” de la ley existente, porque tiene la carga simbólica de haber incluido en su redacción la opinión de quienes son discapacitados, pero tratando de ser objetivos cabe preguntarse: ¿la ley modificó positivamente la realidad de los discapacitados? ¿La integración de las comisiones nacionales y departamentales de discapacidad permitieron una mejor calidad de vida?
Uno de los grandes déficit que se constatan a diario son las barreras arquitectónicas y la escasa accesibilidad que tienen edificios públicos, instituciones de enseñanza, los medios colectivos de transporte e incluso los espacios de recreación.
La inclusión de los discapacitados en los espacios laborales es otra de las grandes carencias, desde que se han realizado llamados a interesados en ocupar cargos y luego los procesos de efectivización en el cargo se demoran hasta agotar las expectativas de los postulantes. Las situaciones no son difíciles de identificar. Seguramente casi todos o todos conocemos casos de “trabas” que ha tenido que enfrentar alguna persona con discapacidad.
Pasar a la acción, atender las necesidades reales y urgencias no implica dejar de preservar el espíritu. Es una cuestión de enfoque.
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