Paysandú, Jueves 03 de Septiembre de 2009
Opinion | 30 Ago El arraigado dicho de “como te digo una cosa te digo la otra”, que identifica al candidato presidencial José Mujica, no es sin embargo patrimonio del ex ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, a quien sin embargo se le perdonan ambivalencias y muchas salidas de tono que en cambio se cuestionan ácidamente a otros dirigentes políticos, sino que es un equivalente simplista del archiconocido doble discurso que ha originado fuerte descreimiento de la población en nuestro sistema político a lo largo de los años.
Seguramente el ejemplo más concreto del doble discurso se da cuando dirigentes de un partido cuestionan desde el llano lo que los adversarios hacen en el ejercicio del gobierno, confiando en que la gente es corta de memoria y no les reprochará cuando llegado el momento hagan lo mismo que criticaron a los otros cuando se encuentren ejerciendo el poder.
Lo han hecho todos los partidos, por supuesto, tratando de arrimar agua hacia su molino, y la Administración Vázquez no solo no ha sido una excepción, sino que seguramente ha sido el partido que ha puesto de manifiesto las mayores contradicciones cuando ha estado en la oposición y luego en el gobierno, dejando atrás viejos esquemas maniqueístas que ponían las cosas en blanco y negro, para asumir la cultura de gobierno.
Esto es, distanciarse de lo que se prometió en su momento, cuestionando a los gobiernos anteriores por su falta de voluntad política para atender determinados temas, y asumir que la realidad es muy distinta y que obliga a establecer prioridades cuando los recursos no dan para hacer todo lo que se había prometido en su momento.
Queda expuesto nítidamente que estamos ante un doble discurso por motivaciones puramente electorales, pero no es menos cierto que peor hubiera sido si realmente se hubieran puesto en práctica todos los voluntarismos que se exponen irresponsablemente durante la campaña, porque estas actitudes de pura demagogia solo pueden llevarse a cabo si se dispone de mucho dinero para gastar sin retorno. Y como bien sostiene el refrán, todos los tientos salen del mismo cuero, es decir del bolsillo de los contribuyentes, por lo que en este extremo se debería cargar sobre sus espaldas más impuestos para financiar políticas de neto enganche electoralista del gobierno de turno. Por lo tanto, no deja de ser un alivio que se tratara de un doble discurso, aunque desde el punto de vista ético sea cuestionable y ponga en evidencia que quien más quien menos no tiene pruritos en hacer realidad a través de sus actos el viejo recurso de que el fin justifica los medios.
En esta línea de razonamiento encuadra que el partido de gobierno esté invirtiendo enormes recursos del Estado, es decir de todos los uruguayos, en promocionar por los medios de difusión lo que califica como logros de su gestión, justo en forma coincidente con el desarrollo de la campaña electoral y a solo dos meses de las elecciones.
Avisos oficiales en horario central de televisión, de ANEP, Ancap y otros organismos, incluyendo una campaña de la ANEP para divulgar los logros (¿?) en materia de enseñanza pública en estos cinco años, dan cuenta de una ofensiva gubernamental por mostrar realizaciones con neto objetivo político, a lo que se agrega una gira del presidente Tabaré Vázquez junto a sus directos colaboradores por cinco localidades del Interior, en las que precisamente se han detectado por las encuestas flaquezas electorales de la coalición de izquierdas.
Lo paradójico es que el mandatario había intimado a sus ministros a que abandonaran sus cargos si pensaban dedicarse a la campaña electoral, para encontrarnos con que poco después el mismo presidente encabeza una gira junto a sus ministros para respaldar la candidatura del partido de gobierno, por lo que se pone el dinero del Estado al servicio de una fórmula presidencial.
No puede ignorarse que en otras administraciones, aunque tal vez en forma menos desembozada, también se ha hecho hincapié en este tramo de un período en los “logros” presuntamente alcanzados, pero lo menos que cabía esperar de una fuerza que había llegado al poder haciendo gala de que tenía “otra forma” de hacer política, era que actuara de otra manera.
Pero, como decíamos, el doble discurso termina imponiéndose, porque ante los desafíos electorales hay muchos intereses en juego y los partidos, como el mismo ser humano, sucumben ante las circunstancias y terminan borrando con el codo lo que escriben con la mano.
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