Paysandú, Domingo 06 de Septiembre de 2009
Opinion | 03 Sep Sorpresivamente, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, comandante Hugo Chávez, decidió postergar hasta después de las elecciones nacionales de nuestro país su visita al Uruguay, que iba a coincidir en estos días con la inauguración del sector ampliado del Instituto Nacional del Cáncer en Montevideo, en acto que iba a compartir con su colega Tabaré Vázquez.
A la sorpresa inicial siguieron interrogantes que fueron despejadas luego por el propio embajador venezolano en Uruguay, Franklin González, quien indicó que es voluntad del líder bolivariano abstenerse de ejercer cualquier influencia en el proceso electoral uruguayo.
Esta actitud neutra de Chávez sería plausible si no fuera porque llama demasiado la atención por provenir de un mandatario que no ha vacilado en interferir en situaciones internas de otros países, que incluso fustigó duramente al ex presidente de Estados Unidos George Bush cuando éste visitó Uruguay desde una tribuna que le cedió el gobierno de Néstor Kirchner en Buenos Aires, y que a la vez ha tenido protagonismo directo en los procesos electorales de países como Bolivia y Ecuador en favor de los actuales mandatarios.
Sin ir más lejos, en la actualidad está intentando liderar un movimiento de naciones latinoamericanas contra Colombia por aceptar la instalación de bases de Estados Unidos en su territorio, y para ello el verborrágico mandatario no tiene pelos en su lengua biónica.
De ahí que deba tomarse con pinzas esta presunta prescindencia del mandatario caribeño, si está en condiciones de influir en favor de quien es su predilecto en la elección. Por supuesto, en el caso del Uruguay, Chávez respalda en un todo la fórmula presidencial José Mujica-Danilo Astori, por grandes afinidades ideológicas, pero en esta oportunidad su abstención debe tener una explicación.
Y por supuesto que la tiene: simplemente desde el Frente Amplio se le ha pedido al comandante Chávez que deje su visita para otro momento, cualquiera que sea después de las elecciones, porque su intervención resultaría negativa para el respaldo electoral de su binomio preferido.
Es que la Administración Vázquez desde un primer momento ha estado en un todo en sintonía con el liderazgo que pretende imponer Chávez en la región, y así ha promovido negocios y recibido con entusiasmo petrodólares en favor de un mejor relacionamiento comercial e inversiones en áreas que el gobierno uruguayo ha considerado como estratégicas en el marco de sus políticas, como es el caso del complejo ALUR en Bella Unión y otros posibles negocios en marcha.
Pero claro, ser socio del mandatario venezolano tiene sus contras, dentro y fuera del país, según el momento de que se trate, y la tendencia a la confrontación de Chávez, su autodesignado rol de sucesor de Simón Bolívar y sus diatribas feroces contra el “imperio” son poco recomendables como carta de presentación internacional, pero mucho menos en momentos de campaña electoral como la que se está desarrollando.
Es que precisamente a Chávez “no lo traga” la gran mayoría del electorado uruguayo, que resiste a los mesías que prometen el oro y el moro, los que hablan de todo lo que venga con y sin conocimiento de causa, el que un día sí y otro también profiere amenazas de guerra, de romper relaciones diplomáticas, de movilizar fronteras y que además está armando aceleradamente a su país.
Por cierto, Chávez resulta impresentable sobre todo para un electorado moderado al que aspira a conquistar la dupla Mujica-Astori, para lo que lleva adelante grandes e indisimulables esfuerzos el líder tupamaro, al punto que está dejando a su compañero de fórmula como el más radical en su intento de presentarse potable para la opinión pública que no tiene partido y que es decisiva para el resultado de las elecciones del 25 de octubre.
Ello explica que la fórmula oficialista esté abogando por tener a Chávez “lo más lejos que se pueda” en este momento, aunque después de las elecciones, si gana nuevamente la actual fuerza de gobierno, seguramente tendremos al bravucón presidente caribeño día por medio en nuestro país.
Es decir que en política se mantiene el apego al “como te digo una cosa te digo la otra” y si bien en este momento mostrar a Chávez como amigo es contraproducente, ello no quiere decir que en un futuro cercano, en otras circunstancias, la política lleve a que vuelvan los abrazos, las solidaridades y la lucha codo a codo contra el “enemigo” común, a despecho de lo que piense el ciudadano, al que ya se le pasó gato por liebre cuando llegó el momento de pronunciarse en las urnas.
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