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Paysandú, Martes 08 de Septiembre de 2009

MARY GONZÁLEZ

Amor por su tierra natal

Locales | 04 Sep Tiene cincuenta y ocho años y es la mayor de tres hermanos (dos mujeres y un varón). Hace seis que es auxiliar en la Escuela 37 de puente Guaviyú. Con simpática naturalidad nos adelantó que no tendría mayores problemas en contarnos cosas de su vida. De hecho, solo disparamos un par de preguntas que encontraron rápidas e interesantes respuestas.
Mary González confesó su predilección por el campo y su condición de mujer rural se revela permanentemente, en cada palabra que pronuncia. Muestras de ese amor por las cosas que la rodean quedan de manifiesto al momento de asegurar que solo viaja a la ciudad por paseo. Junto a su esposo explotan un pequeño tambo familiar, que les permite producir quesos artesanales y colocarlos en la zona. Esta simpática señora nació y se crió en la colonia Ros de Oger y solo vivió dos años lejos del lugar, a unos pocos kilómetros de la ciudad de Paysandú, cuando sus padres compraron una chacra cerca de la bodega de Tagliani, en la zona de Esperanza. Hasta que entró de novio con Enrique Raúl Chiribao (68), también oriundo de Ros de Ogger. “Nos casamos cuando yo tenía diecinueve años y ya hace treinta y ocho que vivimos acá”.
Son padres de cinco hijos: tres hombres y dos mujeres. Al tiempo que nos relataba parte de su vida, preparaba el almuerzo para los niños de la escuela. Un abundante puchero que, mientras la señora narraba parte de su vida, desprendía un seductor y apetitoso aroma a carne y verduras frescas.
La charla nos permitió conocer parte de la historia de una mujer que se ha mostrado fiel a sus raíces, conservando esa actitud reflexiva de quienes reviven su pasado y lo comparan con el presente. Precisamente, la señora Mary rescata los tiempos en que en la zona de la colonia se producía maní, maíz y trigo. Y confesó entonces que, como tenía que colaborar en las actividades de su casa paterna, tuvo que abandonar sus estudios. Es así que solo concurrió hasta tercero de escuela, ya que luego sus padres la sacaron porque tenía que ayudar en la chacra y en la trilla. “Eran tiempos duros y no existían las comodidades materiales que hoy nos rodean”, comentó.
“Aunque hoy la zona no ha cambiado mucho, las maquinarias mejoraron considerablemente las producciones. Mi padre tenía un tractorcito Fergusson con el que trabajaba la tierra. Se encaraba cada jornada de sol a sol: comíamos al mediodía y seguíamos como si recién hubiéramos empezado. Eran épocas en las que golpeábamos el maní. La verdad es que había buen movimiento y podíamos vender muy bien lo producido. Teníamos maquinas desgranadoras, pero nada que ver a como se trabaja hoy en cualquier cosecha”, comparó. Junto a dos vecinas fue pupila en la escuela en la que hoy es auxiliar. Se quedaban en el establecimiento durante toda la semana: “La escuela estaba a cargo de la familia López, en la que había cuatro hijas mujeres que fueron mis compañeras de clases”, agregó. Sin lugar a dudas, el testimonio de Mary González nos acerca una vez más a ese vecino a quien no le conocemos el rostro, pero que recurrentemente nos muestra su amor por la tierra, en tiempos en los que cada vez son menos los que proyectan sus vidas hacia el interior.


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