Paysandú, Miércoles 09 de Septiembre de 2009
Opinion | 02 Sep Un nuevo episodio en el que Brasil dispuso topear las importaciones de leche en polvo desde nuestro país es apenas una perla más en el largo collar de dificultades a que nos presenta el Mercado Común del Sur (Mercosur), que como mercado común deja mucho que desear, por cierto, desde que a partir de su creación hay pocas cosas comunes y en cambio se ha acentuado la bilateralidad que imponen los dos socios mayores del acuerdo, es decir Brasil y Argentina.
Claro, la idea de la inserción internacional es actuar en bloque frente a grandes economías, que permita potenciar las ventajas comparativas de la región para producir determinados rubros de exportación, pero la gran traba para esta proyección ha venido sobre todo del lado de Brasil, que ha obstaculizado las posibilidades de acuerdo en bloque porque su idea ha sido siempre la de cortarse solo en los grandes temas, y a la vez utilizado el Mercosur para sustituir las importaciones desde extrarregión.
Los avatares del bloque afectan sobre todo a países como Uruguay y Paraguay, las cenicientas del acuerdo regional, y en realidad la historia del acuerdo debería importar poco a esta altura si se percibiera una evolución que nos presente perspectivas de mejora sustancial, aunque sea en base a las malas experiencias.
Pero en cambio, el bloque sigue presentando un escenario errático, y el Uruguay se ha mostrado vulnerable a los avatares del Mercosur como así también a los del escenario internacional, desde que el tamaño de su economía no le da mayor margen de maniobra y es altamente dependiente de los movimientos macroeconómicos de Brasil y Argentina.
Otra dificultad del bloque es que los países que lo integran son competidores entre sí en muchas de las producciones, por lo que no puede sorprender que frecuentemente se registren problemas de ingreso de productos, en los que se disfrazan los intereses de determinadas corporaciones como trabas sanitarias, al punto que ni siquiera las “licencias automáticas” de importación tienen este carácter y están sujetas al talante y conveniencia de quien las expide.
Igualmente, a esta altura debería contarse con definiciones y acuerdos para potenciar el bloque, pero todo indica que los problemas se mantienen porque no hay conciencia de tal, y mucho menos la tienen Argentina y Brasil, que por el tamaño de sus economías y sus manejos macroeconómicos usan al Mercosur como un simple escalón para proyectarse a los mercados que realmente les interesan.
Los datos disponibles indican que en gran medida el Mercosur es un esquema de sustitución de importaciones a escala regional, que favorece a determinadas empresas para vender en condiciones ventajosas respecto a terceros países y encontrar de esta forma rentabilidad que de otra forma no tendrían.
Al obtener estas condiciones más favorables, hay a la vez una contrapartida de perjuicio al consumidor por un mayor precio y los impuestos que se dejan de cobrar, por lo que se ha ingresado en un circuito cuyos beneficios no solo son dudosos, sino que conllevan un ir y venir en el que nunca se termina de saber cual es la ventaja que obtiene cada uno.
A la vez Brasil prosigue firme con su política de sustituir las importaciones de sus socios desde las naciones de fuera de la región, y por lo tanto está vigente un arancel externo común que protege a la producción de determinados bienes de ese origen, que los otros países podrían importar en condiciones ventajosas desde otros mercados.
Es decir que mientras se mantengan estos parámetros de autodefensa de cada país, donde hay poderosas corporaciones que siguen reclamando medidas proteccionistas o aperturistas según les convenga, y a la vez los gobiernos cedan a estas presiones en tanto siguen presentándose como firmes defensores de la integración, permaneceremos a merced de los avatares y de la imprevisibilidad característica de los negocios dentro del bloque regional.
Y cuando hay choques de intereses debería contarse con organismos adecuados para resolver las controversias, pero este no es justamente el caso del Mercosur, donde sigue privando la bilateralidad argentino-brasileña y las regulaciones unilaterales a medida siguen distorsionando el comercio, especialmente en perjuicio de los socios menores, solo para demostrar que no hay nada nuevo bajo el sol.
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