Paysandú, Jueves 10 de Septiembre de 2009
Opinion | 05 Sep Hace pocos días la ministra de Salud Pública logró irritar una vez más a los legisladores de la oposición cuando en la última interpelación no contestó ninguna de las preguntas formuladas respecto a la responsabilidad de su cartera en las denuncias sobre pagos indebidos a una empresa y “compensaciones” con horas de trabajo en el Hospital Maciel, pero igualmente obtuvo los votos para que se dieran por “satisfechas” sus presuntas explicaciones por la mayoría rígida que tiene el partido de gobierno.
Es decir que la secretaria de Estado, que no pierde oportunidad de poner de relieve su soberbia, resulta frecuentemente envalentonada por las manos de yeso de su fuerza política en el Parlamento, que ha cerrado sistemáticamente toda posibilidad de que se esclarezcan hechos por lo menos confusos, cuando no directamente lindantes con prácticas de clientelismo, irregularidades administrativas y hasta el delito.
Su más reciente desliz fue el sonado caso de los preservativos del Ministerio de Salud Pública que pasaron como por arte de magia a jóvenes del MPP que los embolsaron y los utilizaron con propaganda electoral. En lugar de reconocer que se había registrado por lo menos una irregularidad y seguramente una práctica más de “amiguismo” político, ignoró olímpicamente la esencia del caso y lo que hizo fue tratar de disimularlo diciendo que ponía a disposición de todos los partidos los preservativos para que los distribuyan, que es más o menos lo mismo que autorizar que todos puedan cometer el mismo delito para salvar las apariencias de quien ha sido atrapado en falta.
Además, con una manifestación más de soberbia, pretendió desautorizar las críticas del candidato colorado Pedro Bordaberry por ser ella “luchadora por la democracia” y su acusador tener la calidad de “hijo de dictador”, como si ello fuera una cuestión hereditaria.
Por supuesto, es una forma de responder sin argumentos y eludir el fondo de la cuestión, pero a la vez denota una dualidad de criterios muy particular, desde que a diario convive en su partido con muchos de quienes se alzaron en armas contra la democracia en nuestro país en la década de 1960, y quienes además nos “regalaron” a todos los uruguayos la dictadura que sufrimos durante doce largos años.
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