Paysandú, Viernes 11 de Septiembre de 2009
Opinion | 06 Sep En las charlas de orientación vocacional efectuadas durante la recientemente finalizada Expo Educa en Paysandú, quedó de manifiesto el interés de los estudiantes en las carreras relacionadas con el área social y la informática en detrimento de las ciencias y la ingeniería. De acuerdo a manifestaciones de la sicóloga Virginia Rubio, del Servicio de Orientación Vocacional (SOVO), “donde tal vez se nota menos gente es en el área científica, como en Ingeniería y en la Facultad de Ciencias”, aunque sin embargo “Uruguay necesita más ingenieros y estos profesionales tienen desocupación cero en nuestro país, mientras otras facultades están sobrepobladas”.
Esta inquietud es compartida por todos los países emergentes que buscan atraer inversiones, puesto que una de las consideraciones que tienen en cuenta los empresarios al momento de invertir es la masa de cerebros capacitados radicados en el país. Es así que los países de mayor crecimiento en el mundo como China, Irlanda y los ex comunistas del este de la Cortina de Hierro hacen grandes esfuerzos para aumentar la cantidad de ingenieros y científicos que egresan de sus universidades, desestimando precisamente el área social por considerarla improductiva o apenas un mal necesario. Sin embargo en Uruguay sucede exactamente aquello que rezaba un poema que estaba muy de moda en los 70 en todas las salas de espera de los consultorios médicos y odontológicos: “los niños aprenden lo que viven”.
Y acá lo que los niños aprecian es que todo se mueve en función del área social, con un ministerio creado para estos fines con el apoyo de una propaganda avasallante en los medios de difusión, creando la falsa imagen de que el sicólogo o asistente social es la respuesta a todos nuestros males. Cuando Rubio expresa que en nuestro país hay “desocupación cero” en el área científica, cabría preguntarse si no ocurre lo mismo hoy con los asistentes sociales, carrera infinitamente más sencilla de estudiar, accesible y en estas instancias, podría llamarse hasta oportunista. Lo mismo sucede con el área informática, que a través de los polos regionales atrae cientos o miles de jóvenes con la esperanza de la riqueza instantánea al estilo Bill Gates o Steave Wozniac, pero desconociendo que casos como estos se dan con tanta frecuencia como sacarse la lotería. Los demás son programadores con diversa suerte, algunos bien remunerados y otros simples empleados de poca monta, si tienen suerte.
Pero si pretendemos un país sustentable, con verdaderas oportunidades de trabajo, lo que se necesita son científicos dedicados a la investigación, ingenieros capaces de montar y optimizar cualquier industria, desarrolladores en todas las áreas. Y en este sentido poco se ha avanzado en los últimos años.
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