Paysandú, Lunes 14 de Septiembre de 2009
Opinion | 09 Sep En cuestión de seguridad en el tránsito, el común denominador en nuestro país y en especial en Paysandú es dar más en la herradura que en el clavo. Así es común que importemos soluciones que pueden funcionar muy bien en otros países pero que no se adaptan a nuestras particularidades. También inventamos soluciones como las rotondas cruzadas por la mitad en las rutas nacionales, que han demostrado ser verdaderas trampas mortales. Por este motivo el MTOP decidió cerrar el tránsito transversal en algunas de las más peligrosas, pero sin embargo otras todavía se siguen construyendo mal, como se puede comprobar en el cruce de avenida Park Way y Ruta 3. En Paysandú hay calles a las que transitarlas es como jugar a la ruleta rusa, donde hay que agudizar los sentidos y poner a prueba los reflejos para evitar atropellar una moto sin luces o una bicicleta oculta en las sombras. Tal es el caso de avenida Dr. Roldán, muy transitada por quienes se dirigen hacia las fábricas y la zona de Nuevo Paysandú, pero también por viajeros procedentes de Argentina.
El problema aquí no es precisamente que un coche circule a 70 kilómetros por hora, desde que el común denominador son las motos sin luces, bicicletas que cruzan la avenida sin mirar o los peatones que caminan sobre la faja pavimentada. Entonces, en lugar de atacar los verdaderos problemas, reducimos las velocidades de circulación y estigmatizamos a los “inconscientes” que violan la norma. Pero el verdadero peligro sigue presente, por cuanto es imposible evitar un obstáculo invisible en el camino que además se acerca a 90 kilómetros por hora, como sería en resultante de una moto sin luces en la noche que transite a 45 de frente a un automóvil a la misma velocidad.
El absurdo es fácilmente demostrable si tenemos en cuenta que la rambla de Montevideo está habilitada para 75 km/h cuando concentra infinitamente más tránsito que nuestra avenida Dr. Roldán, pero a diferencia de ésta cuenta con un tránsito más ordenado. Por lo tanto, hay que fiscalizar para hacer cumplir las normas básicas olvidándose del costo político que eso conlleva, porque seguramente quien maneja una moto a oscuras tendrá mil excusas para hacerlo –va a trabajar, es un obrero, no tiene plata para arreglar la instalación eléctrica—pero en realidad protagoniza un acto de irresponsabilidad. Con solo ordenar el tránsito, veremos cómo las calles que parecían colapsadas en realidad están sobradas para la densidad de vehículos que circulan.
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