Paysandú, Lunes 14 de Septiembre de 2009
Locales | 13 Sep (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). El presidente Barack Obama se enfrentó a las dos cámaras del Poder Legislativo, ofreciendo un discurso en un intento por salvar su proyecto de reforma del sistema de salud que deja a decenas de millones de personas sin posibilidades de tener un servicio de salud confiable y que satisfaga sus necesidades.
Estados Unidos, uno de los países más poderosos de la Tierra, tiene un excelente sistema técnico de salud, con profesionales muy capacitados y centros hospitalarios de alta tecnología, pero al mismo tiempo su sistema corporativo de salud es defectuoso, en la medida que deja a las personas fuera del mismo apenas se quedan sin dinero.
Lejos de sistemas sociales como en Uruguay, que frecuentemente es citado como ejemplo, Estados Unidos tiene un sistema basado --como el país mismo-- en un estilo capitalista, donde el dinero es esencial también para recibir cuidados médicos.
Obviamente, hay servicios de urgencia disponibles gratuitamente, pero una vez superada esa etapa, el usuario debe hacerse cargo de los costos por el uso del sistema de salud. La atención médica se brinda en forma total, pero el usuario debe hacerse cargo de la cuenta, lo que provoca que anualmente millones de personas contraigan enormes deudas que a veces arrastran por el resto de su vida.
Las cifras son realmente preocupantes. Un análisis del Departamento del Tesoro indicó que el 48% de todos los estadounidenses con menos de 65 años se queda sin seguro médico en algún momento durante un lapso de 10 años.
El mismo informe descubrió además que el 57% de las personas menores de 21 años se quedará sin seguro médico en determinado momento durante un lapso de 10 años y que más de un tercio de los estadounidenses quedará sin cobertura durante un año o más.
Para los estadounidenses la reforma de salud es un tema clave, pero al mismo tiempo el plan de Obama genera fuertes resistencias por un elemento central: Obama insiste en ofrecer un seguro médico público, que --desde su punto de vista-- sirva como un elemento testigo en las tarifas de las proveedoras de seguros de salud que en los últimos años han disparado los precios, obligando a muchos a abandonar voluntariamente el sistema por la imposibilidad de hacer frente a esos costos.
Pero los estadounidenses siguen fieles a su historia y, a diferencia de los países latinoamericanos, no quieren que el gobierno se inmiscuya en situaciones de la vida cotidiana ni provea por sí mismo servicios esenciales.
En Latinoamérica los ciudadanos se aferran a las empresas públicas y sienten que únicamente se sienten protegidos cuando el Estado se convierte en empresario, pero en Estados Unidos el modelo empresarial privado es tan potente que, por el contrario, hace rechazar la presencia del Estado.
Curiosamente, el Estado hoy por hoy es el principal propietario del sistema financiero del país, habida cuenta que compró compulsivamente la mayor parte de la banca, como medida de urgencia para salvar al propio sistema. Y esto no provoca resistencia en los ciudadanos comunes, probablemente porque no es algo evidente, los bancos siguen funcionando con sus respectivos nombres y directorios.
Pero en cuanto al sistema de salud, otra es la situación en la medida que necesariamente se ha convertido en un tema de profunda discusión en Representantes y el Senado. Es aquí donde los estadounidenses se dividen, aunque poco a poco crece --aunque todavía es una manifiesta minoría-- el criterio de que la única opción para los más necesitados es tener una opción pública.
Por otro lado, en su discurso, Obama dejó muy en claro que los hispanos indocumentados no estarán contemplados en esta reforma de salud, lo que de nuevo muestra un gobierno de dos caras.
Porque los indocumentados son buenos para pagar impuestos (de hecho están obligados a hacerlo y se creó un sistema especial para que puedan pagarlos), pero por otro lado se les niega el acceso a recursos federales que se volcarán en la reforma de salud.
Esto es simplemente politiquería. Por un lado el gobierno les saca dinero con el pretexto de que si viven aquí deben pagar impuestos. Y eso es algo en lo que todos podemos estar de acuerdo. Pero por otro, para contentar a los Republicanos en general y a la derecha manifiesta, los discrimina. Pagan impuestos sí, pero no pueden acceder a los seguros de salud.
En verdad, no es solamente un error político y jurídico sino especialmente un desconocimiento al enorme aporte que la comunidad hispana en general, y la indocumentada en particular, hace a esta nación que los acepta como mano de obra barata pero que insiste en señalarlos como “culpables” por no poder exhibir documentos legales que, ergo es, el Estados los otorga y por tanto no es decisión de los indocumentados no tenerlos.
No es su opción, sino la del gobierno de los Estados Unidos. De la misma manera, no es su opción tener un seguro de salud --para poder ejercer un derecho básico del ser humano-- aunque se le exige pagar impuestos y ser verdaderos ciudadanos ejemplares pues por una simple multa de tráfico pueden ser deportados. Estados Unidos es una gran nación. Pero ¿tierra de oportunidades?
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