Paysandú, Miércoles 16 de Septiembre de 2009

Las pasividades, el gran tema olvidado

Opinion | 09 Sep En el fragor de la campaña electoral el común denominador es la escasez de propuestas junto con la descalificación de lo que han hecho o más o menos proponen los otros, así como alguna apelación a la sensibilidad social que cada uno dice tener, pero sin explicar el qué ni el como, más allá de enunciados generales.
Y en este período, seguramente uno de los sectores “en disputa” es el de los pasivos o de quienes están próximos a acogerse a la jubilación, desde que en nuestro país se sostiene la vigencia de un sistema “solidario” mixto con el de las AFAP, con prestaciones que promedialmente están muy por debajo del mínimo requerido para llevar una vida decorosa, cuando el pasivo no recibe apoyo del núcleo familiar. Y mientras el régimen de las AFAP fomenta que se esté en el sector formal, desde que cada cotizante está aportando a su cuenta personal para cuando se acoja a los beneficios del retiro, en el régimen “solidario” del BPS el trabajador aporta a un fondo común con el que se paga a los actuales pasivos, por lo que quien actualmente está aportando dependerá en cuanto a su situación de que cuando llegue al retiro haya cotizantes que permitan una economía saneada del Banco de Previsión Social.
Esta problemática tiene muchas puntas, por supuesto, pero seguramente la más crítica pasa por la ecuación activo-pasivo, que en nuestro país es apenas de uno y medio activo por cada pasivo, cuando para que el sistema sea sustentable se necesita que esta relación sea de por lo menos tres a uno, por cuanto de lo contrario el beneficiario estará condenado a recibir mensualidades paupérrimas o a requerir en forma continua asistencia de Rentas Generales.
Esta relación puede ser en alguna medida disimulada en épocas de bonanza económica, cuando hay un mayor número de cotizantes o mejora en el nivel de las remuneraciones que se traduce a la vez en un crecimiento de los aportes, pero ello significa una alta dependencia de los vaivenes económicos y no implica que el sistema sea sustentable.
El punto esencial radica en contar con una mayor masa de activos, mejor nivel de ingresos de la masa laboral, y también erradicar pasividades de privilegio y situaciones especiales, salvo aquellos casos especialmente contemplados en cuanto a vejez y discapacidad, cuyos destinatarios dependen de los aportes solidarios en el sistema, ya sea en forma directa como a través de los recursos que vierte el Estado.
El hecho de que ahora todos los partidos hayan pasado por el poder permite que se ponga por lo menos en un pie de igualdad ante el ciudadano la distancia que media entre las promesas y la realidad, y por lo menos asumir que estamos ante un tema serio, en el que quienes practican voluntarismos quedan en evidencia a la hora de determinar los recursos con que se cuenta y la forma en que será posible distribuirlos.
Pese a las dificultades que atraviesa el sistema para atender a los pasivos, de forma que su prestación se acerque al máximo posible de lo que percibían en actividad, el problema mayor no es el presente sino el futuro, desde que las estadísticas indican que estamos ante un envejecimiento poblacional, que no solo se traduce por la relación baja entre activos y pasivos, sino también porque en los últimos años esta tendencia etaria se ha acentuado. A la vez, como consecuencia de un régimen perverso, que no estimula el pase a retiro, quien está en edad de jubilarse estira al máximo posible el momento de acogerse a la pasividad, para que no caigan sus ingresos y también percibir un porcentaje mayor por años de trabajo y edad.
Se da por lo tanto un círculo vicioso, porque se cierran alternativas para el ingreso de las nuevas generaciones al mercado laboral, y el crecimiento de la economía no permite ensanchar adecuamente la demanda para aumentar la masa de aportantes. Ello quiere decir que estamos mal pero mejor que mañana, de no cambiarse radicalmente la pisada, lo que por ahora no pasa de ser un deseo que todos compartimos.
Las propuestas, el intercambio de ideas, el debate entre candidatos que todavía no se ha dado, debería pasar por manejar alternativas reales a este escenario, que den lugar a los imprescindibles acuerdos interpartidarios, en lugar del consabido intercambio de reproches y facturas propio de una época electoral que solo genera más confusión entre trabajadores y pasivos.


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