Paysandú, Martes 22 de Septiembre de 2009
Opinion | 17 Sep Si bien a esta altura ya poca cosa puede sorprendernos del gobierno de los Kirchner, igualmente no deja de generar un sabor amargo el planteo formulado por la representación argentina ante la Corte Internacional de La Haya, incorporando los argumentos retorcidos de los propios activistas de Gualeguaychú, al afirmar, sin ningún sustento científico, que la planta de Botnia está contaminando abiertamente el río Uruguay y perjudicado directamente a la citada ciudad entrerriana y al cercano balneario Ñandubaysal.
Por supuesto, estos argumentos no son novedosos en cuanto han sido utilizados públicamente por los activistas y hasta algún funcionario del gobierno de Kirchner, pero una cosa muy distinta es plantearlos temerariamente ante los jueces del tribunal internacional, para que sean reproducidos por todos los medios de difusión del mundo como si fuera una cosa probada y poniendo en tela de juicio, la seriedad del gobierno, organismos y ciudadanos de este lado del río.
Como no hay peor sordo que el que no quiere oír, y a la vez repite una y mil veces una mentira para que cale como verdad en quienes la escuchen repetidamente, sin ahondar en la búsqueda de la verdad, la delegación de Buenos Aires presentó el penúltimo alegato ante La Haya desconociendo olímpicamente los dictámenes técnicos independientes y el monitoreo permanente del aire y el agua de la zona que efectúa nuestro país, como así también lo hacen organismos argentinos.
Estos estudios arrojan invariablemente como resultado, que no existe contaminación de ningún tipo en el río Uruguay por la actividad de la planta de Botnia, y a la vez se desconoce abiertamente los resultados de los estudios de organismos de la vecina orilla, que además, en algunos casos, los han intentado divulgar pero que han sido acallados por el coro de voces que les imponen silencio para no afectar la posición del país, que ha hecho suyo el delirante planteo de los piqueteros de Gualeguaychú.
Es cierto, hace rato que hemos dejado de considerar siquiera la posibilidad de que los activistas reconozcan algún día que Botnia no contamina, porque precisamente estamos ante fundamentalistas que no entienden otra razón, más que aquello que exponen una y otra vez como si fuera la verdad revelada, y proclaman que todos los demás que tengan otra postura, es porque tienen intereses creados, han sido vilmente engañados o simplemente porque no les da la cabeza para reconocer la realidad que tienen ante sus ojos. Por supuesto, ya se ha instalado una cultura de la protesta en esa zona, que ha hecho de esta “lucha” una forma de vida testimonial y que usarán como bandera de la “dignidad”, cuando se trata lisa y llanamente de extremismos abrazados como causa, a la vez de destratar a todos los que piensan de manera distinta o simplemente no están de acuerdo con sus métodos de intimidación, incluyendo el bloqueo del puente Libertador General San Martín.
Por otra parte, los propios piqueteros son los principales enemigos de su ciudad –que está tan lejos de Botnia que ni siquiera se ve la chimenea de la planta-- al divulgar que la zona y el propio balneario turístico Ñandubaysal están recibiendo contaminación, cuando tal afirmación es absolutamente falsa, no tiene ningún sustento ni respaldo científico, y es simplemente una expresión absurda de irracionalidad en perjuicio propio, al atemorizar al turismo y potenciales visitantes.
No es porque sí que pese a las amenazas y destratos de los activistas, varios comerciantes de Gualeguaychú se han reunido recientemente en la sede de su centro comercial y pedido que se flexibilicen las medidas de corte en el puente, porque por las calles en las que tienen sus negocios ya ni siquiera pasan vehículos y sufren creciente amenaza de cierre y desempleo, como ya ha ocurrido en Fray Bentos.
Esta es una consecuencia directa del delirio de los activistas, que no aceptan otras razones que su manera de ver las cosas, cueste a quien cueste, y que insólitamente ha sido trasladada también a la Corte Internacional de La Haya por la delegación argentina con el argumento de que la planta es altamente contaminante y que no sería aceptada en Europa, cuando hasta ciudadanos de Gualeguaychú que aceptaron trasladarse a Finlandia –y que por ello fueron criticados por la asamblea-- comprobaron con sus mismos ojos que se aplican acá las mismas medidas de seguridad que en Europa. Este esquema de irracionalidad extendida, que se confirma por el anuncio previo de que los piqueteros desoirán el dictamen de La Haya si no condena a Uruguay, hace pensar que resulte incierto en el futuro próximo la evolución de las relaciones entre ambos países, pese a que varias ciudades entrerrianas costeras han tomado distancia del fundamentalismo de Gualeguaychú y procuran, por lo bajo, recomponer los lazos entre los pueblos hermanos.
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