MARÍA DEL CARMEN JAUREGUI

Locales | 18 Sep En el pueblo la conocen por Nené. El fútbol es su pasión y es capaz de discutir duramente por su glorioso Peñarol, del que es simpatizante desde muy pequeña. “Cuando yo era chiquita, en la cantina del Club Casa Blanca se vendían unos chocolatines que traían premios con insignias, que uno podía elegir. En mi casa todos eran de Nacional; sin embargo, al sacar un premio en la golosina elegí una con el escudo de Peñarol. Desde entonces me hice hincha del carbonero”, explicó. Sin embargo, sobre política prefiere no hablar y deja el tema “a otros que disponen de más tiempo”.
Doña María del Carmen Jauregui es una vecina de Casa Blanca que aceptó contarnos parte de su vida. Habló de su infancia, los tiempos de la yapa y el centésimo, imborrables recuerdos que la mantienen viva. Quiere que con el tiempo se la recuerde como a una buena vecina y compañera.   
“Hoy convivo con buenos vecinos, en un entorno de particular tranquilidad”, manifiesta. Y agrega que tiene sus propios compañeros para pelear por el fútbol. Se crió en un ambiente natural, con códigos de vida muy distintos a los actuales. Le encanta jugar a la conga y afirma sin inhibiciones: “¡ah, sí, me encanta la timba!” Su padre siempre le decía que si hubiera nacido varón hubiera sido muy buen jugador de cartas.
A las ocho ya está en pie y, si es invierno, enciende la estufa y se prepara unos mates. La radio es su principal compañía. Escucha los programas de las radios locales, no hay sorteo en los que María no participe y, por supuesto, gane algún que otro premio. “Ahora tengo lavarropas, pero antes me llevaba la radio junto a la pileta de lavar, para no perderme nada. Al acostarme también me llevo la radio y, ahora, el celular. Donde pesco un programa que esté dando premios, ahí estoy llamando. Por eso la radio es una gran compañera. Ahora, por ejemplo, tengo unos cuantos premios para cobrar”. Agrega que conoce a todos los locutores y los nombra con absoluta claridad, uno por uno. Comenta que hasta los pelea al aire y se divierte con sus pícaras ocurrencias.
Cuando habla del pasado, asegura que lo de antes fue mejor. “A uno le van ocurriendo cosas que cree que nunca le van a pasar. Primero perdí a mi padre, después a mi madre y luego a mi esposo”. María del Carmen Jauregui tiene 76 años y es viuda. Madre de tres hijos (dos mujeres y un varón), es abuela de tres nietos y bisabuela de tres bisnietos. Su vida estuvo vinculada particularmente al ámbito rural. Cursó hasta cuarto año de Primaria en la escuela Gamundi, cuando vivía en la ciudad. Años más tarde su padre se trasladó a Casa Blanca, a trabajar en Industrias Unidas, posteriormente Frigorífico Nacional y actualmente Frigorífico Casa Blanca.
Originalmente vivía junto a su familia en una vivienda propiedad de sus bisabuelos, contiguo a la policlínica del centro poblado. Es la mayor de tres hermanas: una que vive en Montevideo y la otra en Paysandú ciudad. “Me casé y acá me quedé. Mi esposo tuvo la posibilidad de comprar una casa en Montevideo, pero eso quedó en la nada”. Sostiene que hubiera sido mejor, porque le gustan mucho las grandes ciudades. De hecho tiene familiares en Buenos Aires y en Montevideo, a los que ha visitado.
“En tiempos en los que se podía ir al fútbol iba a ver a Independiente de Avellaneda o Nacional, Peñarol y Racing de Montevideo”. Aunque le gustan las grandes ciudades, dice que “vivir en Casa Blanca es lindo y tranquilo. Todavía se puede salir, dejar todo abierto y la ropa tendida afuera, sin correr grandes riesgos. Por suerte, hasta ahora no ha pasado nada”, comenta.
Recuerda que antiguamente se trabajaba menos, pero el dinero valía mucho más. “Entonces uno se podía dar ciertos gustos. Me acuerdo que cuando era chica mi madre me podía comprar masas de confitería. Eran tiempos en los que se manejaba el centésimo y la yapa era moneda corriente en los almacenes, como en el de Joaquín Elola”, recuerda.  “Ahora no ocurre nada de eso; en cambio, si es posible los comerciantes te arrancan la cabeza”.