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Paysandú, Miércoles 23 de Septiembre de 2009

Parte de nuestro acervo

Opinion | 20 Sep Antes de 1995, el fallecimiento del Gral. José Gervasio Artigas era solo recordado en actos públicos de escasa convocatoria y días antes o después de la fecha, en las escuelas y otros centros de enseñanza. Pero ese año un grupo de amantes de la tradición, con apoyo de la Intendencia, decidieron darle otro sentido al homenaje, formando una columna de jinetes que por tres días recorrerían la distancia que separa Paysandú de la Meseta de Artigas, para finalmente rendirle homenaje al pie del más colosal de los monumentos en su honor en el país. Durante los siguientes quince años, la marcha ecuestre sumó participantes y adherentes, así como también logró convocar a varios miles de espectadores que acompañan los honores que le rinden las sociedades tradicionalistas al general en el predio de la Meseta.
Mirándolo en perspectiva, difícilmente alguien pudo siquiera haber imaginado en los inicios lo que hoy significa el Encuentro con el Patriarca para Paysandú y una amplia zona. En primer término, el gaucho encontró un punto de convergencia con el hombre de la ciudad en un homenaje que en los últimos tiempos sentía ajeno. También es cierto que gran parte de los integrantes de las columnas de jinetes no son gente de campo, pero lejos de verlo como una hipocresía nos parece loable que al menos por tres días en el año, el ciudadano –en especial los más jóvenes-- aprenda lo que significa enfrentar las inclemencias del tiempo a la intemperie sobre un caballo y algo de lo que es la esforzada vida del trabajador rural.
Por otra parte, este parece ser un homenaje mucho más humano que cualquier otro frente al frío mármol de su mausoleo, ubicado en medio del hormigón montevideano, mucho más si consideramos que fue elección del propio Artigas estar lo más lejos posible de la actual capital de los orientales. En cambio él prefería su Purificación, pueblo que fundara precisamente a escasos kilómetros de la Meseta que hoy lleva su nombre.
Tangencialmente esta experiencia también beneficia a Paysandú. En primer lugar porque brinda una opción para disfrutar de un fin de semana diferente entre fogones y campamentos, algo que por cierto es del gusto de muchos turistas que se suman a los festejos gauchescos. Por su parte el comercio sanducero, en especial los que ofrecen ropa tradicional y enseres del campo pero también almacenes, estaciones de servicio, etcétera, encuentran la oportunidad de incrementar sus ventas. Por todo esto, aquello que comenzó siendo un aventura de pocos hoy forma parte del acervo cultural sanducero.


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