VÍCTOR RASEDO

Locales | 25 Sep De relato seguro, pausado y firme en cada palabra que pronuncia. Conocerlo fue descubrir a un hombre de principios claros y de verdadero compromiso con su proyecto de vida.
Sacó un préstamo personal para poder concluir la obra de un taller de carpintería. No faltó alguien – que al pasar – comentara, “Rasedo está loco”, aunque nos queda la duda si la sociedad no necesita un poco más de esos locos, que nos demuestren que con ganas, conducta y compromiso las cosas más difíciles se pueden lograr.
Es oriundo de Guichón, tiene cincuenta y siete años de edad, destinó veinte años de su vida laboral como profesor de carpintería en la Escuela Técnica de Guichón Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU). Dieciocho años fue docente en una escuela para capacidades diferentes. Actualmente continúa desempeñándose como carpintero, oficio que practica desde sus quince años.
Casado con Olga Beatriz López, son padres de tres varones y una mujer.
Llegó a Piedras Coloradas por el año 1990 para cubrir una suplencia de otro profesor y se quedó dictando clases en un salón parroquial, donde por aquellos años funcionaba el liceo. Posteriormente y de acuerdo a que el espacio físico del lugar era relativamente reducido y ciertamente incómodo para el resto de los estudiantes – por el ruido que provoca trabajar en un taller de carpintería – se trasladaron a una casa particular.
Al tiempo la asistente social del movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir) les solicitó a él y a los estudiantes que construyeran camas para un grupo de beneficiarios del plan que se levantaba en la localidad.
Rasedo ya había gestionado un local de AFE sin obtener resultados, hasta que un cierto día escribió a Mevir solicitando la posibilidad de obtener un espacio donde levantar un ambiente que resultara más cómodo para los cursos de carpintería. Fue así que lograron un terreno y con un préstamo no reintegrable que el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) otorgaba, por aquel entonces, unos veintitrés mil pesos uruguayos, entregados en dos partidas de 11.500 cada una. Como la segunda partida no llegaba y los plazos se dilataban más de lo previsto, Rasedo tomó una decisión; sacar un préstamo personal a los efectos de acelerar la obra de la que ya se habían comprado unos doce mil ladrillos y realizado la construcción de la cimentación de la estructura.
Ante el asombro de sus compañeros de trabajo, Rasedo no dudó un instante sobre la particular determinación.
El docente afirmó que “el albañil se iba y los tiempos se dilataban demasiado”. Una serie de beneficios y el compromiso asumido por gente de su entorno transformaron en realidad el sueño de un hombre que convencido, asumió la acción de hacer algo para los guirses de la referida comunidad. En ese contexto el profesor recuerda a Carlos Ducasse, un exalumno que lo ayudó mucho en ese emprendimiento.
“Cuando el camión descargó el primer viaje de tosca no lo podíamos creer”. En su narración Rasedo también reconoce el trabajo desempeñado por Heber Ilarregui, chofer de aquellos viajes que transportaban el material.
“Lo que hice fue a los efectos de que mis futuros compañeros tuvieran un lugar cómodo y confortable para trabajar”.
Concurría a la obra con sus hijos, los llevaba cuando ellos estaban de vacaciones. Precisamente sus hijos y un grupo de amigos lo ayudaron a levantar paredes. Rasedo confiesa que para un 6 de enero le comentó a uno de sus hijos que le iba hacer un último regalo de Reyes. “Se trataba de trabajar todo ese domingo junto a mi, la pala y el pico”.
Luego del esfuerzo vinieron otros tiempos y el local fue destinado para otras funciones. Algunos acontecimientos que provocaron cierta angustia en el propio Rasedo. Hoy un convenio celebrado entre Mevir y el Consejo de Educación Técnico Profesional de UTU Anexo Piedras Coloradas, devuelven la vida a tantas horas dedicadas por Víctor Rasedo y su grupo de allegados, que un día soñaron con un mejor futuro en la carrera de un grupo de estudiantes.