Paysandú, Jueves 01 de Octubre de 2009
Locales | 27 Sep (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos). En varias oportunidades he comentado desde esta columna la crisis económica en que está inmerso Estados Unidos, que repercute en la pérdida de fuentes laborales, lo que a su vez acarrea grandes problemas a quienes --precisamente-- viven “cheque a cheque”, es decir de los ingresos de sus respectivos trabajos.
Porque aun aquellos que no han perdido sus empleos, a veces han visto reducido su horario de trabajo, otras han perdido un día laboral, o han visto reducir o desaparecer beneficios que solían ser el orgullo de tal o cual compañía.
El desempleo ronda el 10% a nivel nacional, pero eso es solamente parte de la verdad. Porque además se aprecia una congelación o hasta reducción de salarios, amparada en las leyes que rigen las relaciones contractuales entre empleadores y empleados, que permiten que una u otra parte, con un simple anuncio a la otra parte, discontinúe el contrato, con vigencia inmediata.
Esto obviamente beneficia actualmente a una sola parte, la patronal, en la medida que los trabajadores lejos de abandonar sus empleos se aferran a ellos con uñas y dientes, pues todo es mejor a navegar en el ancho y desconocido mar del desempleo.
Y, por las dudas, esto no se refiere a un país africano o a uno golpeado eternamente por la crisis en América Latina, sino a la situación que se vive en Estados Unidos, una nación enormemente rica, con millones y millones de personas que viven en fantástica opulencia, pero también con un creciente número de familias que pierden sus propiedades, que ven esfumarse las posibilidades de mejores estudios para sus hijos, que deben aprender rápidamente aquello de “ajustarse el cinturón”, ese aspecto tan sabido de la “cultura” latina.
Aun así, aunque sabido es todo esto, no deja de sorprender y golpear cuando la desgracia del desempleo golpea a alguien cercano. Hace pocas semanas, un amigo que reside en Atlanta anunció que después “de muchos años” había perdido su empleo. Hasta el momento no ha podido encontrar otro, y eso que busca opciones a nivel nacional, pues incluso estudia la posibilidad de trasladarse a residir aquí en New Jersey, el llamado “estado jardín”.
Apenas la semana pasada, el jueves, otro amigo, que reside a pocos kilómetros aquí en New Jersey, también quedó sin empleo. La noche anterior recibió un mensaje de texto en su celular en el que palabras más, palabras menos, su empleador lo dejaba sin trabajo. Voto a Santa Tecnología, ya ni siquiera se dignan llamarnos a la oficina para comunicarnos que estamos sin trabajo, sino que les basta escudarse en el mundo virtual.
¿Las razones? Pues, lo de siempre. Era quien tenía el mejor salario en la empresa. Desde hacia un par de meses veía como ingresaban empleados eventuales a los que se les capacitaba en sus tareas, pagándoles prácticamente la mitad.
Y después, bueno, después también lo de siempre. La búsqueda de una excusa, de un supuesto error que ha caído sobre la compañía y bla, bla, bla.
Lo de las formas es lo de menos, lo que importa es que otro amigo ha perdido su empleo, que --en este caso-- otro emigrante uruguayo tiene que prácticamente comenzar de nuevo otra vez.
Si esto hubiera ocurrido un par de años atrás, realmente no hubiera sido muy preocupante porque en el mercado había ofertas laborales abundantes. Pero hoy, apenas en tan poco lapso, la situación ha cambiado. De nuevo, la fuerza interior, junto a la capacidad tan uruguaya de adaptarse a las situaciones cambiantes y a aprender nuevos entornos laborales, probablemente sea ese “plus” que se necesita para reingresar al mercado laboral, sea por la puerta que sea.
Esta es una de esas historias con el cartelito de “Continuará”, porque está en pleno desarrollo. Como tantas otras. Perder el trabajo es una experiencia demasiado común por estos días en este pedacito del Primer Mundo.
Será por eso, como dijo el Presidente Vázquez, que la corriente migratoria se ha revertido y ahora son más los que retornan al paisito que los que lo abandonan.
Volver, desde los tiempos de Gardel, es una opción que nadie desconoce. Volver, a la tierra del asado sabroso y el mate bien amargo, está escrito en el destino de muchos de nosotros. Volver, aquí y ahora, es una opción que muchos consideran. Incluso entre quienes aun tienen trabajo.
“Mi Uruguay querido....cuando yo te vuelva a ver...”
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