Paysandú, Sábado 03 de Octubre de 2009
Locales | 02 Oct En ciertas ocasiones, durante los viajes al interior rural, en forma recurrente rescatamos anécdotas que sorprenden a extraños y provocan insólitos comentarios de quienes aseguran que el hecho verdaderamente ocurrió.
Este es, precisamente, uno de esos casos en que el relator de turno narra con absoluta seguridad y convencimiento, pero que se ampara en el anonimato de los protagonistas de la historia a efectos de evitar malos entendidos. Estos cuentos transitan por una línea muy delgada entre la autenticidad y la mentira, por lo que dejamos al lector la opción de considerar su veracidad.
Según se desprende del relato del mostrador, en una oportunidad dos paisanos --escapados por algunos minutos de sus quehaceres laborales-- decidieron ocultarse en un vagón de un tren a efectos de compartir un rato de ocio. El momento fue más que oportuno para disfrutar de unos tragos y una improvisada partida de truco. Los minutos se transformaron en horas y la bebida espirituosa ahogó en escaso tiempo la sobriedad de los dos hombres.
En determinado momento el vagón de cargas, que se encontraba estacionado en la plataforma central, comenzó a moverse muy lentamente sin que los particulares pasajeros advirtieran tal situación. La locomotora efectuaba trabajos de rutina hasta una estación ubicada a unos cuarenta kilómetros de la ciudad, mientras los ocupantes no percibían semejante paseo. Lejos de ser conmovidos por el hecho y al tratarse de un vagón cerrado, nunca se enteraron de lo ocurrido. El tren, con sus diez vagones acoplados, fue y vino hasta la estación ubicada unos cuarenta kilómetros al norte por la línea ferroviaria y, cuando sus improvisados pasajeros terminaron la partida de cartas y su damajuana de cinco litros, bajaron para retornar a sus respectivos puestos de trabajo ignorando por completo todo lo que les había pasado aquella tarde.
Al bajar, una extraña sensación de mareo, producto de la bebida ingerida y el traqueteo provocado por el transporte de cargas, generó este breve comentario: “Che, José, la verdad que la próxima vez yo compro el vino, porque el que conseguiste estaba muy pesado”.
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