Paysandú, Domingo 04 de Octubre de 2009
Opinion | 30 Sep Algunas ciudades tienen ciertas características que le valen un apodo por el que son reconocidas en todo el planeta. A Nueva York, la metrópolis más cosmopolita y capital económica del mundo se la conoce simplemente como “La City”; París es la “Ciudad Luz” desde mucho antes del siglo pasado; en tanto Chicago es reconocida como la “Ciudad de los vientos”.
En este esquema, al menos desde la eclosión de las motos baratas Paysandú bien podría ser reconocida como “La ciudad de los ruidos molestos”. Sin dudas esa es la característica fundamental en nuestras calles de sur a norte y de este a oeste, sin que a nadie se le mueva un pelo. Hemos alcanzado un punto tal en que es imposible comunicarnos si no es a los gritos, no se puede dormir en habitaciones que dan a la calle, mirar televisión sin poner el volumen al máximo o siquiera hablar por teléfono. Pero justamente quien tiene la obligación de poner límites a la contaminación sonora permanece en silencio. La Intendencia no actúa. Esto puede suceder por varios motivos: porque no existe reglamentación al respecto; no se quiere asumir el costo político de la fiscalización; o la cúpula de gobierno sufre de sordera.
Esta patología podría explicar muchas otras actitudes de la Intendencia, pero no parece ser la causa de la inacción de la Dirección de Tránsito. Quizás el miedo a asumir costos políticos inmoviliza a la comuna, pero el riesgo es que el ciudadano se sienta desprotegido por quienes deberían velar por su descanso y al fin de cuentas termine castigando con su voto al partido de gobierno.
Entonces nos queda el aspecto normativo, el cual no debería ser una traba puesto que si la regla no existe, se puede legislar. No se precisan genios para redactar un decreto tan básico por lo que si no se hace --descartados todos los demás argumentos-- estaría revelando cierta falta de capacidad en el municipio. En este aspecto hay antecedentes bastante preocupantes, ya que aún existiendo normas claras departamentales y nacionales la Intendencia demostró ser incapaz de controlar el tránsito en la noche, cuando desde la plaza Artigas hasta el puente internacional se declara “zona liberada” de inspectores y predomina la ley de la selva. Entonces la Justicia se vuelve injusta cuando se imparte solo al desprevenido que circula fuera de la zona de impunidad, o de día cuando la Dirección de Tránsito trabaja al calor del Sol. Sea cual fuere la causa de tanta displicencia, de no haber cambios radicales en el accionar municipal, para nosotros Paysandú seguirá siendo “la ciudad de los ruidos molestos” por muchos años más.
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