Paysandú, Domingo 04 de Octubre de 2009
Opinion | 03 Oct En la próxima madrugada nuevamente los uruguayos deberemos adelantar los relojes en una hora, de acuerdo a los términos del decreto aprobado por la Administración Vázquez prácticamente desde el inicio de su gobierno y que en este caso, como en tantos otros, aplicó a rajatabla el dicho de que “al que no quiere caldo, dos tazas”.
La modificación del huso horario es un recurso que no fue inventado por el actual gobierno, pero sí ha sido objeto de “abuso”, porque lejos de atender los justificados reclamos de gran parte de los ciudadanos del Interior, que están en contra de esta medida, el presidente decidió cortar por lo sano e imponer su criterio de que el cambio de hora es positivo, y que solo es cuestión de adaptarse.
Los ciudadanos del Interior históricamente han rechazado esta medida que se impone por una mentalidad capitalina que solo tiene en cuenta los intereses de Montevideo y del Este, con el pretexto de que mediante este adelanto se logra un ahorro significativo de electricidad.
Por supuesto, nadie ha demostrado que así sea, e incluso de lograr alguno, es prácticamente inmedible y menos aún evaluar que este sea el resultado durante todos los casi seis meses que dura el régimen.
El decreto pretendió acallar las protestas que legítimamente han surgido desde todos los rincones del país cada vez que se anunció que estaba prevista para diciembre la modificación, y la actual administración, lejos de contemplarlo, lo dejó fijo y además lo adelantó para octubre, cosa de que no haya dudas de que la cosa va en serio.
Pero claro, el rechazo generalizado en el Interior tampoco es en broma, desde que genera una distorsión marcada para numerosas actividades laborales y el hombre de campo, sobre todo en pleno verano, cuando nos aproximamos al sol de medianoche, como en las zonas polares, solo que con treinta y cuarenta grados, cuando es temprano en horas de sol pero tarde en el reloj.
Por supuesto, este trastorno que molesta mucho más que lo que beneficia al ciudadano común es un “regalito” para los montevideanos y los que se trasladan a los balnearios esteños, sobre todo para los funcionarios públicos que trabajan de mañana o cumplen horarios reducidos y tienen toda la tarde con más horas de sol para disfrutar.
Es decir, que en el Uruguay Productivo, se hace lo contrario de lo que se dice, y se sigue beneficiendo a quienes viven de los que producen en el Interior.
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