Locales | 02 Oct En oportunidad que la Asociación de Sociedades Criollas de Paysandú distinguiera a los primeros jinetes que participaron del Primer Encuentro con el Patriarca en 1995, el payador Juan José Nelci obsequió una prosa alusiva a cada uno de los paisanos.
Hasta que ocurrió algo inesperado: en determinado momento el escenario se saturó de homenajeados, una tabla del piso cedió y el dueño de la improvisación y el relato versátil perdió pie, desapareció detrás del escenario abrazado a otros paisanos que no atinaron a detenerlo.
No pudo frenar el envión y se borró en la oscuridad. Nadie lo pudo alcanzar. Ni el viento pudo con él. Una mujer cuyo rostro quedó desencajado se encomendó a Dios y elevó una plegaria al cielo intentando con ello salvar al accidentado que no encontró en su corto viaje a quién tomar de la mano. El resto quedó mudo, mientras alguno aguantó la risa que se contagió de prisa al resto de la peonada. No faltó quien dijera que la culpa fue del alcohol, aunque el hombre no había tomado ni siquiera un vaso.
Hombre que sabe de versos, sin embargo se quedó sin letra por un momento. Pero de un solo salto se puso en pie e inmediatamente tomó el micrófono, floreándose con otra prosa improvisada, de esas que destacan al payador del resto de sus semejantes. Alguien gritó: “¡aguante, Nelci, aguante que la fiesta no termina! No haga caso a las pocas risas de gente que nunca cayó. Porque usted sí que sabe, señor, de revolcones en la encordada, cuando el diapasón le marca la respuesta del contrapunto”.
El hombre no titubeó. Apenas movió el bigote y, como si tuviera resortes, despachó al toque otra letra, de esas que nadie espera, dejando al rival sin voz. “Yerba mala nunca muere”, afirmó el paisano. Y encaró de nuevo su destreza narrativa. De esas que el gaucho recita sin necesidad de un guión y la platea estalló de una manera que nadie pudo parar. Fue una noche de reencuentros, reconocimientos y emociones, de las que uno gusta compartir. Este grupo supo unir orgullo con tradición, que en esa ocasión contagió a aquellos jinetes que homenajearon con creces al más grande oriental: nuestro Prócer.