Paysandú, Miércoles 07 de Octubre de 2009

Por una Universidad Nacional, sin tabúes

Opinion | 01 Oct Aunque con visiones dispares en algunos aspectos y matices en otros, los candidatos presidenciales que comparecerán en las elecciones del próximo 25 consideran que debería crearse otra Universidad, que se instalaría en el Interior, a efectos de descentralizar realmente la enseñanza terciaria pública en nuestro país, más allá de los escasos pasos que se han dado en este sentido y que solo han servido para reafirmar las acentuadas diferencias de oportunidades de estudio entre los jóvenes que residen en Montevideo y los que viven al Norte del Santa Lucía, (cuanto más lejos, peor).
Estas exposiciones, en medio de una campaña electoral, en todos los casos igualmente deben tomarse con pinzas, si se tiene en cuenta que estamos en un período muy especial, ante un electorado atento y ante el cual se cae en facilismos y enunciados de buenos deseos que no siempre se traducen en hechos que reflejen luego lo que se dice en campaña.
Lo que sí es positivo, al fin de cuentas, es que se pueda conocer algo de propuestas en medio del fuego cruzado de acusaciones, reproches, denuncias y apostar a que el otro cometa el error más grande, que la vez le reste posibilidades de triunfo.
En este caso, la conclusión que puede obtenerse como común denominador es que los candidatos consideran que la Universidad de la República no puede mantener la exclusividad de la formación universitaria estatal, porque no llega a cubrir las necesidades formativas y de extensión de todo el país.
Ahora, de tener más o menos una aproximación en el diagnóstico –aunque es notorio que en todos los caos se chocará contra el statu quo universitario, que padece un elitismo y centralismo crónico desde su creación-- a formular propuestas realistas sobre el particular, media un abismo. Sobre todo, porque hay que ver hasta donde cada uno puede llevar su determinación de chocar contra la visión centralista que por regla general siguen teniendo los respectivos órdenes de la Universidad, que han asumido que más que una autonomía se está ante una independencia absoluta, como si fuera un Estado dentro de otro, sin asumir que la Universidad es de y para todos los habitantes del país, incluyendo a los siempre excluidos ciudadanos del Interior.
De ahí que haya que hilar muy fino y estar dispuesto a asumir que un gobierno representa a todos los habitantes del país, que la Universidad solo se representa a sí misma, y que debe ser evaluada como un instrumento y no como una vaca sagrada intocable, cual centro inconmovible de acumulación del saber y la cultura.
La Universidad debe estar al servicio del país, y por ende ser permeable y estar dispuesta a cambiar su visión montevideana del Uruguay, para dejar de creer que cuando incorpora alguna dependencia o carrera corta en el Interior está realizando una concesión, cuando en realidad solo está cumpliendo parcialmente con un sentido de Universidad Nacional que hasta ahora ha estado ausente.
Y como bien sostiene el refrán, por sus frutos conoceréis al árbol, porque nos encontramos con que prácticamente el 70 por ciento de sus estudiantes son capitalinos y de clase media alta y alta, por lo que en los hechos queda demostrado que los jóvenes del Interior y más aún los de escasos recursos, tienen escasas posibilidades de cursar estudios terciarios, y no solo por la alta deserción que se da en Educación Secundaria.
Este solo aspecto debería bastar para asumir que todavía se ha hecho muy poco para acercar la Universidad al Interior, pese a que los ciudadanos de tierra adentro contribuyen con su esfuerzo a financiar estudios universitarios de la gran mayoría capitalina, que es a la vez una mayoría porcentualmente aún más grande de egresados que se van a radicar también en Montevideo, donde además, en el colmo de la irracionalidad, también están instaladas las facultades del agro, es decir las de Veterinaria y Agronomía.
El “hay que crear más universidades”, o el “hay que llevar la Universidad al Interior” no ha pasado hasta ahora de expresiones de deseos muy escasas en realizaciones, porque además, pese a lo que se manifieste por las autoridades de la alta casa de estudios, sigue primando una mentalidad pro capitalina que en este ámbito se considera como lo más natural, tanto como haber gastado cuantiosos recursos para instalar sillas dignas de un rajá en el paraninfo universitario, cuando hay miles de carencias para suplir. Estos contrasentidos, como así también la negativa a cobrar matrícula a los estudiantes pudientes, para que los ciudadanos pobres de todo el país no sigan financiando los estudios gratuitos de quienes pueden afrontarlos sin mayores problemas, dan la pauta de que poco y nada podrá avanzarse en esta problemática si no se logra un cambio de mentalidad y sobre todo de voluntad política de nuestros gobernantes para hacer lo que se debe hacer para contar con una universidad nacional, cualquiera sea su expresión física u ordenamiento institucional, aunque no resulte fácil y motivo de una larga lucha contra los viejos tabúes e intereses creados.


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