Paysandú, Miércoles 07 de Octubre de 2009
Opinion | 07 Oct Décadas pasadas, el paseo ciudadano sanducero por excelencia no era el río Uruguay, sino la zona lindera a un cauce de agua mucho más modesto, pero igualmente atractivo: el arroyo Sacra a la altura del parque “París-Londres”. Allí se congregaban los fines de semana miles de personas con sus familias, en un entorno de naturaleza muy particular, con árboles inmensos de profundas raíces, que aún hoy dan firmeza a los terraplenes de tierra sobre la rivera.
En el arroyo se construyó una pequeña represa que formaba un lago artificial por donde, según cuentan nuestros mayores, navegaban algunos botes de recreo y en verano era usado para refrescantes baños. Las aguas eran limpias y estaban pobladas de mojarritas y otros peces que, al menos hasta los años ’80, se pescaban en grandes cantidades con tan solo un mojarrero, a escasos metros de la cascada de la presa. Con el paso del tiempo todo cambió. En las márgenes del arroyo, aguas arriba y abajo del parque, fueron ganando terreno los asentamientos irregulares y los pozos provocados por una industria ladrillera que encontró allí la tierra ideal para ser usada como materia prima.
En tan solo un par de décadas el lugar se transformó en un foco de contaminación, plagado de residuos domiciliarios y bolsas de basura enganchadas a las ramas de la vegetación adyacente. Hacia la desembocadura con el Paterno el panorama es aún más oscuro: predominan los basurales producidos por los clasificadores de desechos, los vertidos de miles de viviendas precarias de la zona sur de la ciudad y hasta el producto de hurtos tirados allí para hacerlos desaparecer.
Los esfuerzos de recuperación del arroyo han sido muchos y dispersos, y están condenados al fracaso porque no solucionan los problemas de fondo. No son pocos los que miran con nostalgia el paseo perdido y bien vale la pena insistir en el intento. Quizás una opción para el tramo comprendido entre ruta 3 y el parque podría ser crear una rambla con veredas, iluminación y jardines que inviten al paseo, que a la vez desestimule el mal uso de la costa. Ahora esto es más fácil de lograr --más aún dentro del predio municipal-- por cuanto la construcción de ladrillos se discontinuó en estos lugares. La experiencia podría ser similar a las obras realizadas en un cauce interior de la ciudad de Tacuarembó, donde se canalizó una cañada e integró al entorno urbanístico mejorando notoriamente el aspecto de los barrios circundantes.
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