Paysandú, Domingo 11 de Octubre de 2009
Opinion | 08 Oct La reciente inauguración del nuevo Aeropuerto Internacional de Carrasco a un costo de unos 160 millones de dólares expuso, como elemento anecdótico cargado de simbolismo, que la cinta inaugural fuera cortada por el ex presidente Jorge Batlle, en gesto de reconocimiento al hecho de que durante la administración de su antecesor colorado se realizó el proceso de subasta para llevar adelante las obras, que quedó a cargo del grupo multinacional Eurnekian.
Este episodio debería llamar a reflexión a quienes todavía siguen apostando al carácter “fundacional” de un gobierno y que pretenden denostar todo lo que se hizo anteriormente porque no servía, estaba de por medio la corrupción en las licitaciones y adjudicaciones, o porque con la intervención de privados el país iba ser estafado o expoliado.
Este planteo fue precisamente caballito de batalla de la coalición de izquierdas mientras estuvo en la oposición, pero ha dado un giro rotundo cuando le ha tocado ejercer el gobierno, al dar continuidad a las obras, como se debe hacer en un país en serio, y a la vez haciendo por iniciativa propia lo que antes había criticado ácidamente desde la oposición.
Así, tenemos que “El Observador” pone de relieve que el actual ministro de Transporte, Víctor Rossi, en setiembre de 2003, cuando era diputado, cuestionó duramente la iniciativa, al punto de señalar que “detrás de estas sociedades anónimas (como Cerealsur) hay hombres con antecedentes (como Eurnekian), y que el propio presidente Tabaré Vazquez, en esa misma fecha dijo que “la subasta del aeropuerto deja a la vista la necesidad del gobierno de hacer caja con el patrimonio nacional”. Doblando la apuesta, el diputado Juan José Domínguez sostuvo en la oportunidad que “Eurnekian es un delincuente” y su colega León Lev manifestó que “nosotros lo advertimos; después no lloren”. Eurnekian es un empresario argentino, de gran proyección durante los dos períodos presidenciales de Carlos Menem, y se presentó a este llamado por el aeropuerto con el respaldo de su capital y logrando la mejor oferta en la subasta.
La realidad indica que las aprensiones y desconfianza visceral de la izquierda hacia los operadores privados en este caso ha sido infundada, pero a la vez ya el cambio de postura ha sido muy anterior, teniendo en cuenta que se vendió Pluna a privados y se han concretado asociaciones y concesiones de bienes del Estado y servicios que fueron sin embargo objeto de críticas sin tregua a anteriores gobiernos, incluso promoviendo plebiscitos en base a eslóganes como evitar la venta del patrimonio a los “piratas” que venían del exterior a llevarse la riqueza.
De la misma forma, en su momento la fuerza de gobierno se había opuesto tenazmente a la construcción de la fábrica de celulosa de Botnia, con una argumentación contradictoria pero sobre bases similares, lo que no ha obstado para que en el ejercicio del gobierno la defendiera a capa y espada, como debía ser, al tratarse de un emprendimiento que permite el procesamiento de la madera y representa una inversión para el reciclaje de riqueza en el medio.
Es decir que, quiérase o no, el ejercicio del gobierno pone de relieve que lo que parecían supuestos principios no eran otra cosa que un doble discurso apuntando a fines electorales, y que cuando debe velarse por el interés general hay mucho más que eslóganes de por medio, para poder tener la justa ponderación a la hora de decidir en beneficio del país.
Las inversiones, por lo tanto, como regla de oro, no son patrimonio de ningún partido ni ideología, sino lisa y llanamente aportes para la creación de fuentes de trabajo y de riqueza, que no significan un vale todo, sino que deben enmarcarse en determinadas condiciones, producto de políticas de estímulo que deberían ser catalizadoras de la llegada de capitales de riesgo.
Este concepto parece haberse asumido como parte ahora de la cultura de gobierno de la izquierda, lo que es bienvenido, por cuanto significa que posiblemente quedarán atrás aquellas campañas sistemáticas contra los “piratas” y los voraces capitales que se venían a llevar la riqueza. Al menos mientras esté al frente un gobierno de izquierda. Lo más lamentable sí es que se haya perdido tanto tiempo y oportunidades poniendo sistemáticamente el palo en la rueda, solo porque hacían otros lo que al fin de cuentas era efectivamente lo mejor para el país, como han terminado por aceptar como la cosa más natural del mundo...
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